Imprenta Popular Roberto Matthews: en defensa de la memoria, la vida y la militancia

En 1973, bajo el gobierno de Cámpora, el PRT empezó a construir una imprenta clandestina. Veían que esa primavera democrática no iba a durar demasiado, que el imperialismo y la contrarrevolución seguían al acecho. Y no pifiaron.

En el barrio Observatorio de Córdoba Capital, cerca del centro, el partido compró una casa con parte del dinero expropiado al Banco Nacional de Desarrollo. Allí se instalaron una pareja de militantes con sus hijxs. Una herrería que funcionaba en un galpón al fondo del terreno era la tapadera de la otra actividad. Así comenzó la construcción de la imprenta, con militantes que trabajaban en turnos que duraban algunas semanas que eran traídos de distintas partes del país pero que no conocían la ubicación específica del lugar para cuidar la información. Los materiales necesarios y la tierra que se sacaba eran transportados en una camioneta que entraba y salía con la excusa de la herrería. Muy importante para la ingeniería de semejante obra subterránea fue la colaboración solidaria de Tupamaros uruguayos y militantes bolivianos del Ejército de Liberación Nacional. La experiencia en fuga de cárceles de unos y del oficio minero de los otros fueron fundamentales para que la bóveda, 8 metros bajo la casa, resista firme 50 años después.

En 1974, luego de comprar impresoras Offset importadas, comenzaron a imprimir prensas y distintos materiales en aquel lugar. Esta imprenta en Córdoba y otra gemela que funcionó en Buenos Aires, eran las primeras dos de un ambicioso plan de prensa y propaganda que el PRT quería expandir por otras provincias. Los materiales que se imprimían en Córdoba eran distribuidos por todo el centro y norte argentino.
Durante los primeros 4 meses de funcionamiento clandestino, «El Combatiente», publicación partidaria, se vendía legalmente en puestos de revistas. Luego el gobierno peronista lo prohibió (junto a otras tantas publicaciones de izquierda) pero mantuvieron la actividad, ahora sí, también clandestina en su distribución. Durante ese mismo año llegaron a imprimir 100.000 ejemplares mensuales.
La actividad de la imprenta Roberto Matthews (en honor al compañero responsable de su funcionamiento, desaparecido en septiembre del ’74) funcionó hasta julio del ’76 cuando los milicos obtuvieron el dato de la casa.

Walter, quien nos recibió y nos dió la charla durante la visita, nos comentó que su familia y lxs compañerxs se pudieron ir horas antes porque se habían enterado que la imprenta de Buenos Aires había caído, pero que poco tiempo después fueron atrapados. Nos contó que su papá fue asesinado a los tiros mientras se trataban de escapar y su mamá sigue desaparecida hasta el día de hoy.

Luego de robarse las máquinas y cuanto pudieron, la dictadura transformó esa casa en un centro clandestino de detención.

En 2005 compañeros militantes de aquella experiencia que sobrevivieron a la dictadura dieron con el dato de la casa: los milicos y sus cómplices civiles del poder judicial la habían «vendido» en el ’76 a una persona muerta en el ’73… En 2019, tras una larga pelea legal, lograron recuperarla y junto a Walter decidieron poner allí un espacio de memoria.

En nuestra visita, lxs compañerxs señalaban que si bien el Estado pudo haber tenido una política de restituir distintos espacios de memoria, se trataba aquella de una memoria de la muerte: el cartel colocado por la provincia indica que en esa casa se cometieron delitos de lesa humanidad , que funcionó un centro clandestino, que se torturó y asesino gente. Pero que el interés fundamental de este espacio autogestivo (no dependen del municipio, ni la provincia, ni de nación) es por la memoria y defensa de la vida: lo que se muestra y se resalta es, justamente, la memoria de decenas de militantes que pusieron su cabeza y su cuerpo al servicio de la revolución socialista y que en pos de difundir sus (nuestras) ideas construyeron esa increíble imprenta. No se trata entonces de una memoria del horror y el espanto, una memoria de la derrota, sino de una memoria de la acción, de la militancia, de lo que es capaz de hacer nuestro pueblo trabajador cuando toma conciencia y decide luchar a fondo contra el enemigo de clase.

Impresiona ver esas escaleritas, las tapas gigantes que las ocultaban, la bóveda prácticamente intacta, las frases escritas con aerosol originales de aquel momento: «Nuestra consigna es ser como el Che», «Hay que preparar hombres [y mujeres] que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida. Lenin», entre otras. Cuando a veces parece que el enemigo avanza en toda la línea, cuando la dirigencia entreguista dice que no se puede, que hay que esperar y votar bien, cuando cuesta convencer a lxs compañerxs de que para ponerle un freno al gobierno y los patrones hay que organizarse y luchar, visitar la imprenta, escuchar el relato de quienes lo vivieron es muy importante, muy conmovedor, es un verdadero baño de moral militante. Más hoy, cuando es política de Estado desguazar todo aquello que tenga que ver con la memoria, borrar todo aquello que nos recuerde cómo parte de nuestro pueblo que luchó por construir otro mundo más justo, más humano, más igualitario, una Argentina socialista.

Serán tiempos entonces, para fortalecernos en el presente, de contar nuestra historia, de arrebatársela a quienes intentan vaciarla de su verdadero contenido. Que la lucha por el socialismo tiene una rica historia en nuestra región y en nuestro país; que no por nada se la intenta lavar, tergiversar o directamente clausurar; y que por eso mismo es tarea nuestra recuperarla, tomarla en nuestras manos, para que sea uno de los pilares desde donde pararnos para derribar a este sistema capitalista patriarcal.

¡Autogestión militante de cada espacio de memoria que el Estado intente cerrar!

¡Viva la Imprenta Popular Roberto Matthews!

¡Viva la militancia obrera y socialista!

¡30.000 compañerxs detenidxs desaparecidxs presentes ahora y siempre!

PRC, Enero 2025.

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