Después de unos días el acampe te hace parte aunque no seas de la zona. Levantas la mirada: alguien con quien hablaste uno o dos días antes te saluda de lejos, te hace un chiste. En la conversación, la complicidad no hay que trabajarla: sueldos más bajos aún que los nuestros, sueldos imposibles, pero las mismas colectas en las escuelas, los mismos faltantes en el comedor, las mismas presiones para aprobar estudiantes y “que den los números”. Idéntica bronca acumulada por pagar desde siempre fotocopias, tizas, todo. Es casi un canto folklórico, ancestral, que a veces cansa y a veces potencia.
Pasan los mates; alguien barre adentro de una carpa mientras sus compañerxs de escuela se ríen de esa prolijidad inaudita. En las esquinas se van sumando carteles. Grupos de salud se acercan al acampe mientras otros permanecen en el ministerio. Llegan lxs trabajadorxs estatales de prensa. Pasa la marcha universitaria. A unas cuadras, lxs laburantes de la cultura despliegan sus obras ambulantes y burbujas en el aire.
Hace mucho frío pero en los grupos hay esa extraña alegría que solo conocemos en los momentos de rebeldía común, organizada y también impredecible. En las rondas se burlan de todo: de la represión; de la aduana paralela; de Rovira y su poder feudal. Estalla la ironía con el intento de emular a los streamers que son lo último de lo último en el mundo y que casualmente le ahorran al gobierno una buena guita con sus monotributos mientras los periodistas de planta son cada vez menos. Se ríen de los aplausos pandémicos a los esenciales que ahora cobran menos de cuatrocientos mil pesos de sueldo; y sobre todo se burlan de los doce drones millonarios que compró el gobernador.
Te convidan reviro, te convidan sus casas, también sus discusiones. Si el conflicto es provincial, si es nacional, si es (hay quienes aciertan) provincial y nacional. Sin dudas, es de clase. Y también es popular: cuando la marcha pasa hacia la legislatura salen a aplaudir de las heladerías, de los restaurantes, de los balcones.
A la noche, la desobediencia de las burlas se convierte en la fuerza que tira las vallas de la legislatura. La policía reprime con gases: lxs trabajadores siempre podemos confiar solamente en nuestra propia fuerza. Nadie se va. Se grita, se canta. La playlist es tan extraña como todo lo demás: el hit es Cabral soldado heróico, al rato suena Quilapayún. Alguien propone una hermosa cacería: vamos a buscar al gobernador a su casa; luego a un concierto. Nadie aparece. Nunca nadie aparece. Pero hay alegría.
El acampe se sostiene, empiezan a planificar un locro. Que esto tenga llegada nacional puede ayudar mucho, nos dicen, a torcer la relación de fuerzas. Así que difundamos, viralicemos, insistamos. Hasta que esta rebeldía que nace hoy en Misiones, se contagie poco a poco a cada punta del país.
PRC, 25/5/2024

Me encantó!
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muy bueno! Al menos los inspiramos! Jajaja
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Nunca mejor narrado, la exactitud de texto deja la piel de gallina porque se puede leer el sentir de los docentes
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