En el contexto de la crisis internacional y el ajuste impulsado a nivel mundial y en la región por parte de la burguesía para salir adelante, en Brasil diversas facciones políticas burguesas luchan por la jefatura del Estado.
En abril, la cámara de diputados aprobó el inicio del juicio político a la presidenta Dilma Rouseff del Partido de los Trabajadores (PT), y se espera que el senado vote el 11 de mayo si la suspende o no de su cargo.
El principal beneficiario político de la situación será el vicepresidente Michel Temer, representante del Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB), partido de derecha que acompañó al PT en el gobierno en los últimos 15 años.
Para eso, el PMDB se alió con el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del ex presidente Fernando Cardoso, quien en los 90 implementó sendas reformas neoliberales.
La corrupción
Los escándalos de corrupción del ex presidente Lula Da Silva (PT) reactivaron una serie de protestas callejeras (ya las había habido años previos por las denuncias de corrupción en las obras para el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos) fogoneadas por los partidos de derecha.
El intento de proteger a Lula por parte de Dilma nombrándolo como ministro terminaron de darle argumento a los partidos de derecha para ensayar una suerte de “golpe institucional”, sacarse de encima al PT, y acceder directamente a la jefatura del estado luego de 15 años.
El contexto
La actual situación de debilidad del PT es obra de su modo de acceder al poder y de mantenerlo.
Accedió con un programa lavado y se asoció para ello con la derecha brasileña y las patronales, que a su vez obtenían del PT una lavada de cara ante los daños sociales causados por las políticas neoliberales.
Mientras los altos precios de las materias primas lo permitieron, la alianza funcionó bien. Pero, al cambiar la coyuntura mundial y sobrevenir la crisis, el PT eligió no apoyarse en las masas sino encarar el ajuste que pedía la burguesía. De hecho, la economía cayó casi el 4% el año pasado.
En este contexto de ajuste, los partidos de la derecha encontraron en la corrupción el caballito de batalla desde donde atacar al gobierno para hacerse con el poder, en momentos en que, por la crisis, la popularidad del PT se encuentra por el piso.
Por una salida obrera
Nuestra clase no debe esperar nada de los partidos de la derecha. Su golpe no hará más que profundizar las condiciones de explotación.
A la vez, debemos aprender de la experiencia del PT: el acceso al gobierno sin independencia de clase, aliándose con cualquiera para mantenerse en el poder, sólo lleva a terminar siendo cómplice y parte de las políticas de la burguesía.
Es necesaria la construcción y el desarrollo de una organización política revolucionaria de la clase trabajadora, para ejercer el poder en función de nuestros intereses.