Mucho se ha hablado de la corrupción desde los medios de comunicación estas últimas semanas. De hecho, la corrupción es una realidad a la que recurren las fracciones políticas burguesas cada tanto para desprestigiar a la fracción rival y tapar otros problemas. Hoy día, por ejemplo, se usa en el mundo y en Argentina para justificar medidas de ajuste y ocultar que la causa de las mismas es la propia estructura capitalista.
Sin embargo, la corrupción se da tanto en épocas de crisis como en épocas de bonanza, en todos los países capitalistas, como lo demuestran todos los estudios a nivel mundial. Ello se debe a que la corrupción es consustancial al capitalismo desde sus orígenes. Ya en un principio las primeras fortunas se han forjado en connivencia con el Estado. Pensemos, si no, en cómo se repartió la tierra en Argentina luego de la “Conquista del desierto”.
La obtención del beneficio privado es la esencia del sistema. De allí que en todo el mundo se paguen sobornos de parte de los empresarios al Estado, haya políticos corruptos, los empresarios evadan impuestos e incumplan leyes de todo tipo (laborales, ecológicas, etc.). La mayoría de las grandes fortunas del mundo diversifican sus inversiones en negocios legales, semilegales e ilegales.
La ley dice penalizar la corrupción. Pero ello sólo ocurre cuando una fracción política cae en desgracia o cuando los niveles de corrupción superan los márgenes habituales y vuelven ingobernable el sistema. La principal función de la ley es penalizar a la clase trabajadora. Una violación de la ley por un pobre tiene más castigo que las masacres de un millonario.
La ley no sólo es selectiva a la hora de perseguir la corrupción que condena, sino que legitima la principal forma de robo: la que los patrones ejercen para apropiarse el fruto del trabajo ajeno, esto es, la plusvalía.
Los revolucionarios y revolucionarias no sólo estamos en contra de la corrupción que la ley dice perseguir, sino también de la que santifica la explotación del hombre por el hombre, base de este sistema capitalista y corrupto.