Transitamos una época en que la burguesía se halla lanzada, una vez más, a la tarea de reducir nuestros salarios, cercenar nuestros derechos laborales y condiciones de vida.
Este proceso se está desarrollando en diferentes partes del mundo, por ejemplo el año pasado en Francia, incluida nuestra región.
La recientemente aprobada reforma laboral por el gobierno de Temer en Brasil es un ejemplo ineludible sobre los siguientes pasos que tomará la burguesía en nuestro país para profundizar un ajuste ya en curso en los últimos años y, por consiguiente, un llamado de atención para profundizar la resistencia.
Épocas como la actuales vuelven a poner sobre el tapete la necesidad de combinar las necesarias luchas contra las reformas flexibilizadoras y por mejores convenios de trabajo con las luchas por la abolición de la explotación “del hombre por el hombre”, esto es, del capitalismo.
La necesidad de vincular ambas peleas es una tarea permanente para las y los revolucionarios, pues la conciencia revolucionaria no emerge automáticamente de la lucha por derechos o reformas parciales.
Sin embargo, dicha tarea se hace aún más necesaria en épocas de ajustes brutales, pues, ante la situación del desempleo y el hambre, podemos olvidarnos la realidad del trabajo bajo el capitalismo, esa cárcel en que los patrones nos exprimen la vida todos los días para engrosar las ganancias, haciendo que prefiramos nuestra “esclavitud” y no deseemos algo mejor para nuestra clase.
De hecho, la burguesía conoce esto y lo explota a su favor en los periodos de crecimiento. Bajo el slogan de “al menos hay trabajo”, pretenden que nos conformemos con su vida carcelaria con cada vez menos derechos. Así, el kirchnerismo hizo nada por revertir las reformas flexibilizadoras de los 90’, amparándose en el “ahora hay trabajo”.
Debemos luchar por defender los derechos ya conquistados y luchar por nuevos derechos para no morir en el trabajo, a la vez que debemos hacer la revolución para ser libres.