En tiempos electorales, es necesario más que nunca remarcar que no será por medio de las elecciones burguesas que podremos derrotar definitivamente a la burguesía y poner fin a su explotación sobre nuestra clase. Mucho menos, con la obtención de un puñado de legisladores.
La participación en las elecciones debe ser una instancia para propagandizar nuestras ideas y prácticas socialistas, y los cargos obtenidos para apoyar la lucha central, que es en las calles y en nuestros lugares de trabajo.
No será a través de proyectos legislativos que frenaremos las injusticias, el ajuste social, las reformas antipopulares, o la represión.
Sólo con la organización en cada lugar de trabajo, presionando desde cada gremio, recuperando sindicatos para la lucha, y saliendo una y otra vez en forma masiva a la calle, organizando instancias de participación y decisión colectiva en cada barrio y lugar de estudio, podremos lograr que nuestra clase obrera y el pueblo trabajador frenen a la burguesía en principio, y luego tomen las riendas del poder, y gobiernen, ya no para unos pocos, sino en beneficio de las masas trabajadoras.
Debe quedar bien claro: la solución de fondo a los problemas que tenemos no vendrá de la mano de la democracia burguesa, de las leyes de su parlamento, de las medidas de sus dirigentes o de los fallos de sus jueces.
La solución sólo la obtendremos cuando acabemos con sus instituciones, que gobiernan para los ricos que las financian, y establezcamos entonces el socialismo y la democracia proletaria. En dicha democracia, sobre la base de la igualdad material, toda la humanidad estará en similares condiciones para participar en las decisiones de gobierno.
Por eso, en estas elecciones, debemos votar a compañeras y compañeros de nuestra clase con un programa propio de la clase obrera y el pueblo trabajador, aunque no debemos depositar grandes esperanzas en la potencialidad transformadora de ese acto. La apuesta es organizarnos para la toma del poder.