La relación entre la necesidad de ajustes cada vez más brutales de la burguesía y la democracia burguesa como régimen político se hace cada vez más contradictoria.
Con el final de los vientos de cola a fines de la primera década del siglo XXI, los gobiernos populistas dejaron de ser eficientes para llevar adelante los ajustes neoliberales que están en curso a lo largo de todo el planeta.
Para entonces ya habían cumplido tanto la misión política de recomponer la credibilidad de las masas en los regímenes de gobierno como la económica de, con políticas redistributivas, reafirmar el dominio de la clase capitalista y recomponer las ganancias empresarias. Cuando el ciclo económico de precios altos de los commodities (materias primas) concluyó, las experiencias «populistas» entraron en crisis.
En Brasil, la salida de Lula Da Silva le había dejado a la también petista Dilma Rouseff el gobierno, tras unas elecciones donde el PT se alió con el PMDB de Michel Temer en 2011. Este vicepresidente asumió el poder en agosto de 2016, mediante un golpe institucional, luego de un proceso judicial iniciado contra la entonces presidenta.
Desde allí, se viene desarrollando un brutal ajuste con una reforma laboral que retrotrae conquistas obreras centenarias, un plan de privatizaciones de los principales resortes del Estado como Petrobras y las cajas previsionales, que son resistidos por cientos de miles de trabajadores y trabajadoras que se movilizan en las calles, hacen huelgas generales, piquetes y cortes de ruta.
En respuesta a esta resistencia, el régimen viene cerrándose, profundizando el terror con los asesinatos a líderes sociales (que ya ascienden a 22 desde la asunción de Temer), la militarización de Rio de Janeiro (que es claramente un ensayo de lo que podría ser un futuro golpe militar), más declaraciones amenazantes como las del vocero del ejército Villas Boas, quien dijo que, de no encarcelar a Lula, serían los militares quienes garanticen el orden.
Hoy, la justicia burguesa quiere encarcelar a Lula que marcha primero en las encuestas a las próximas presidenciales, porque, para la fracción más concentrada del capital, no es tiempo de políticas redistributivas, sino de profundizar la brutal ofensiva sobre la clase obrera y el pueblo trabajador.
Este ataque a las libertades democráticas se inscribe en este corrimiento hacia regímenes cada vez más autoritarios. Mañana, bien podrán atacar a expresiones políticas de la clase.
Por eso, desde el PRC reivindicamos las movilizaciones en todo Brasil contra la proscripción y a favor de las libertades democráticas. A su vez, también decimos que la falta de una alternativa que enfrente la avanzada antiobrera no debe llevar a los trabajadores y el pueblo pobre a creer que quienes gobernaron por más de una década sin solucionar los problemas de fondo hoy lo harán.
No hay salida dentro del régimen democrático burgués que beneficie a la clase trabajadora y sectores populares: ni directas, ni Constituyente, son una salida. Sólo el desarrollo de organismos democráticos de trabajadores, campesinos sin tierra y pobres de las ciudades y el campo puede encaminar la crisis brasileña a una salida de fondo.
Sólo una revolución obrera y socialista puede detener en forma definitiva el avance neoliberal de estos gobiernos que, bajo las ordenes de las grandes multinacionales y el imperio, quieren arrasar con nuestros derechos.
¡Fuera Temer!
¡Abajo las leyes del ajuste en Brasil!
¡Repudio a las amenazas del vocero del ejército Villa Boas!