Marco histórico
La experiencia desarrollada por los obreros cordobeses durante la primera parte de la década del ‘70 sin duda que marcó un mojón en la historia del movimiento obrero argentino.
Marcando el camino de la independencia política de la clase obrera no sólo de toda patronal, sino también del Estado y del gobierno, los obreros de la Fiat cordobesa llevaron adelante una dura pelea contra la burocracia sindical a la vez que fueron ejemplo y establecieron para el resto de lxs trabajadorxs un horizonte político y una nueva manera de hacer sindicalismo, sintetizado en lo que hoy conocemos como “Clasismo”.
Pero este proceso de los obreros de la Fiat (en lo estrictamente sindical, derrotado por la burguesía) dejó entre las organizaciones revolucionarias que fueron parte de la dirección política del conflicto (como el PRT), divergencias y diferentes balances a la hora de concebir tanto las tareas de los organismos de masas (sindicatos) como el rol del partido revolucionario.
Para el PRT, la experiencia desarrollada por los obreros de la Fiat fue sin duda de gran importancia. Pero su política no estuvo ajena de errores y desviaciones tanto sindicalistas como izquierdistas, ya que fue una de las organizaciones que llevó durante la primera etapa del conflicto una línea radical y sectaria.
A pesar de tener teóricamente claras las diferencias entre las tareas que deben cumplir los sindicatos y cuáles el partido revolucionario, fue necesario en su momento volver a reeditar esta vez en forma de folleto el artículo “El papel de los sindicatos” de Luis Enrique Pujals (miembro del Comité Ejecutivo de la organización y primer desaparecido de la misma) con el siguiente encabezado:
“Este trabajo apareció en el N°56 de El Combatiente. Por su interés para aclarar el papel que juegan los sindicatos en el proceso revolucionario que vive nuestro país, nos lleva a publicarlo en forma de folleto. Pese a que este trabajo fue publicado con bastante anterioridad a la intervención de Sitrac-Sitram, nos permite comprender mucho de los errores cometidos, que han sido aprovechados por la dictadura para asestar un duro golpe al sindicalismo clasista.
Esperamos de esta manera aportar al proceso de concientización creciente que vive nuestra clase obrera. Febrero de 1972.”
Nuestro rescate
De la concepción desarrollada por Luis Pujals en el presente artículo, nosotrxs derivamos para nuestra práctica política, en principio, una fuerte diferenciación entre partido y sindicatos y/o agrupaciones de base como instancias distintas y separadas aunque relacionadas, con tareas, objetivos y compromisos diferenciados.
Rescatamos la concepción de los sindicatos como ámbitos organizativos amplios de la clase trabajadora, donde todas las corrientes ideológicas del movimiento puedan estar contenidas.
En tal sentido, nos oponemos en principio a la promoción y creación de sindicatos paralelos o rojos, porque significa de hecho la fragmentación del movimiento obrero, y nos inclinamos más bien por la intervención en los sindicatos con la perspectiva de la recuperación sindical por medio de agrupaciones de base clasistas, democráticas, combativas e independientes de todo sector patronal, gubernamental y burocrático.
Así como conceptuamos a los sindicatos como organismos de y para las masas, en lo que refiere a las agrupaciones que impulsamos o en las que participamos las concebimos como ámbitos de activistas no necesariamente partidarios, ámbitos donde compañeras y compañeros de distintas ideas y trayectorias puedan confluir e intervenir, incluso perteneciendo a distintas corrientes partidarias, fomentando el desarrollo de la conciencia clasista.
Dicho esto, nuestra táctica en los sindicatos para el periodo actual difiere con la política de las agrupaciones partidarias que impulsan la mayoría de los partidos de izquierda (FIT/FIS), de tipo apéndice sindical, que ligan directamente y sin mediación el ámbito de base con el partido, suprimiendo al máximo en su seno la participación de elementos no partidarios o pertenecientes a otras corrientes.
Dicha concepción imposibilita desde el vamos la construcción sindical de espacios comunes junto a otrxs, y en última instancia lleva a desarrollar políticas en el sindicato tomándolo como apéndice del partido mismo.
Por el contrario, nuestra forma de intervenir en lo sindical se inclina por la construcción de agrupaciones de tipo frentistas, es decir, ámbitos que sirvan para desarrollar la organizaciones político sindical de compañeros y compañeras partidarias como no partidarias (que no necesariamente se identifiquen con la organización política), e incluso componentes de otros partidos que compartan esta forma de intervenir en lo sindical.
Como sostiene Pujals, los sindicatos deben ser amplios. Y, en este marco, las agrupaciones de base clasistas sirven para llevar adelante la disputa de las direcciones de los sindicatos y la politización de sectores de masas. Desde ya que las agrupaciones son por naturaleza más reducidas -dado que aglutinan al activismo sindical-, pero deben ser lo suficientemente amplias como para posibilitar la construcción compartida.
Los sindicatos, aptos para la lucha económica -la mayoría de las veces en forma sectorial-, son parte del sistema capitalista. Y si bien organizan a la clase obrera (es decir al sujeto revolucionario llamado a construir el nuevo orden social y económico), no son organismos aptos para la toma del poder, sino ámbitos de defensa del trabajo en el marco del capital, a la vez que ámbitos de participación democrática de la clase.
El rol de lxs comunistas en ellos, además de la defensa y conquista de derechos, es intervenir, promover y ejercer una práctica político-ideológica-sindical distinta y opuesta a la impulsada por las burocracias sindicales, caracterizada en general como vertical, burocrática, delegativa y atada a proyectos políticos patronales.
Junto a los organismos de doble poder creados por la clase obrera al calor del ascenso revolucionario, ratificamos que el ámbito organizativo y político para la toma del poder es el partido revolucionario.
El partido, por su naturaleza ideológica y el alto compromiso político de sus cuadros, no incluye en su seno a las masas, sino a todas aquellas personas conscientes que hacen de la causa obrera -esto es: la revolución, el socialismo y el comunismo-, su eje estructurante de vida.
Partido por la Revolución y el Comunismo.
EL PAPEL DE LOS SINDICATOS
Desde el momento mismo que comenzó a desarrollarse el capitalismo industrial, con la formación consiguiente de las grandes concentraciones proletarias, se presentó a los trabajadores el problema de su organización para defender sus derechos ante los abusos y atropellos de los patrones, para luchar con algún éxito en la tarea de mitigar en parte las secuelas de la explotación capitalista. Así surgieron las primeras organizaciones sindicales, cuyo desarrollo ha dado lugar a las organizaciones actuales. Nuestro país no fue ajeno a este proceso. En la medida que se producía el desarrollo de sus fuerzas productivas y se realizaba gradualmente el proceso de industrialización, surgió un movimiento sindical de rica y combativa trayectoria.
No es nuestro propósito historiar las luchas del gremialismo argentino, sino delimitar el papel que cumplen los sindicatos en el proceso revolucionario. Por eso partimos, no de las primeras organizaciones sindicales argentinas, sino de la estructura sindical de la última etapa de nuestro movimiento obrero: la que comienza en 1945. Las formas actuales de la organización sindical argentina, tiene su origen en la década del peronismo. La naturaleza bonapartista del gobierno de Perón, su necesidad de apoyarse en las masas para chantajear al imperialismo, lo llevó a crear una organización que permitiera un rígido control de la clase obrera, independientemente del apoyo o no que las masas brindaban al gobierno. La organización que se estructuró, obedecía a estos propósitos a su vez, la aparición de los dirigentes-funcionarios, que poco tenían de dirigentes obreros y si mucho de funcionarios estatales, cuya misión era garantizar que la actividad de las masas cumpliera los objetivos que le fijaba la política del gobierno. Caído el gobierno peronista, desaparecidos los más prominentes de estos funcionarios, la clase obrera organizándose en la clandestinidad libró un larga lucha por
la recuperación de los sindicatos intervenidos. Sobre la ola de esta lucha se encaramó un
grupo de dirigentes que, logrado el objetivo sindical de la recuperación de las organizaciones gremiales, no vaciló en negociar la fuerza organizada del movimiento
obrero, recibiendo a cambio de ello una ley, la de Asociaciones Profesionales que, sentó las bases económicas para el desarrollo y consolidación de una burocracia sindical poderosa que, dominó en la siguiente década toda la actividad sindical argentina. Se materializó así un fenómeno particular de la época del imperialismo: la tendencia de los sindicatos legales, a convertirse cada vez más en instrumentos del régimen burgués. Este fenómeno se produce a través de la degeneración de las direcciones sindicales. La burguesía mediante una política que otorga concesiones económicas y privilegios de todo tipo, corrompe a los dirigentes venales, creando una aristocracia obrera ajena a los sufrimientos de la masa. De esta manera, los gobiernos burgueses consiguen ubicar en las mismas filas obreras a elementos que le son adictos y que transmiten dentro de ellas la ideología burguesa en las diversas formas en que esta puede manifestarse.
Esta burocracia, apoyándose en la inexistencia de una efectiva democracia interna en los sindicatos -allí donde existía el matonismo organizado la hizo desaparecer- en la insuficiente comprensión por parte de la mayoría del proletariado de su papel histórico, confusamente ganado como estaba, por la ideología nacional burguesa del peronismo con su concepto de conciliación de clases, y la renuncia de los grupos revolucionarios a cumplir su verdadero papel de educadores y organizadores de la clase, se convirtió en el mejor defensor del régimen capitalista al impedir con su posición conservadora el desarrollo de la conciencia política del proletariado.
Esto no significa que bajo estas direcciones no se libran importantes luchas, significa sólo, que esas luchas en la mayoría de los casos fueron parte de las tácticas políticas de algún sector de la burguesía en los enfrentamientos interburgueses y aún en los casos en que se trató de auténticas luchas reivindicativas económicas, éstas fueron traicionadas mediante la maniobra de la conciliación, cuando no por la entrega lisa y llana de los conflictos.
Esta situación, agravada por la instauración de la dictadura militar en 1966 bajo cuya protección se desarrolló un sector sindical que predica abiertamente la integración del movimiento obrero a la política burguesa y proimperialista de la dictadura, dio renovada vigencia a la tarea de recuperar los sindicatos. Esta tarea impulsada con firmeza por una camada de nuevos dirigentes tuvo un desarrollo contradictorio, pero que se acentuó positivamente a partir de 1969, lo que permitió la recuperación de algunos sindicatos que pasaron a ser dirigidos por direcciones clasistas. El caso más típico es Córdoba, con la aparición de las direcciones clasistas de Sitrac y Sitram, aunque también un fenómeno similar se dio en el Chocón y en algunos sindicatos bonaerenses. Pero a su vez este fenómeno altamente positivo y que permite ver una ponderable elevación en la conciencia política de los trabajadores, presenta el peligro de una apreciación incorrecta de la importancia del papel que desempeñan los sindicatos en la lucha revolucionaria de las masas.
Los sindicatos son organismos de masas, por lo tanto los más amplios posibles -de hecho en nuestro país abarcan a todos los integrantes de una rama industrial-. Su misión es la de defender los intereses económicos inmediatos de los trabajadores en su permanente lucha contra los patrones. Son la forma más alta de organización que puede darse espontáneamente la clase obrera. Espontáneamente, es decir, por si misma, antes de haber dominado la teoría revolucionaria. Sin esta teoría -el marxismo leninismo- no puede construir otra organización que no sea el sindicato, organización que le permite agruparse para llevar adelante la lucha por mejores salarios, mejores condiciones de trabajo, etc. O sea la lucha económica, aceptada dentro de ciertos límites por la sociedad burguesa, porque no pone en peligro inmediato las bases de esta sociedad: la propiedad privada de los medios de producción y cambio.
Pero esa organización, apta para la lucha económica, para las denuncias de las injusticias y de la explotación de que son objeto los trabajadores, no puede cumplir el
papel de organismo político dirigente de la lucha de la clase obrera por la toma del poder. La existencia de una dirección clasista incluso revolucionaria en los sindicatos no modifica esencialmente la cuestión. No debe entenderse que por esto no sea deseable la existencia de esas direcciones clasistas o revolucionarias. Todo lo contrario: son deseables y se debe luchar incansablemente por lograrlo, porque de esa manera no sólo las luchas económicas están garantizadas contra toda claudicación sino que además, las movilizaciones de las masas pueden ser canalizadas en una correcta táctica revolucionaria, que posibilite el desarrollo de la conciencia política de las masas oponiéndolas a la política reaccionaria de la burguesía. Pero esto no es suficiente. Para dirigir de conjunto el proceso revolucionario, se necesita una organización especial, integrada por los elementos más conscientes del proletariado, por aquellos obreros que han comprendido cabalmente el papel histórico de su clase y están dispuestos a dedicarse por entero a la revolución que derribe el régimen burgués; estos obreros conjuntamente con algunos intelectuales procedentes de las clases no proletarias, que abandonando su clase de origen y abrazan la teoría del proletariado, integrándose a la vida de las masas, forman el partido revolucionario. Él expresa políticamente a la clase obrera y la representa ante las otras clases de la sociedad; dirige de conjunto la lucha revolucionaria y para eso actúa directamente o a través de los organismos de masas existentes, o los crea sino existen cuando son necesarios. Sus integrantes dedicados por entero a la actividad revolucionaria son los más abnegados, aquellos dedicados hasta el sacrificio en su lucha en favor de las masas. Es además una organización clandestina, desde el momento que se enfrenta con el orden burgués existente, tratando de transformarlo revolucionariamente. Se caracteriza entonces, por ser una organización de la vanguardia, dedicado fundamentalmente a la actividad revolucionaria.
Por el contrario, el sindicato es un organismo amplio, de masas, donde pueden estar y deben estar todos los que están dispuestos a luchar contra los abusos de la patronal y por las reivindicaciones económicas, aunque no sean conscientes de los objetivos de su clase, aunque no sean marxistas. Por eso es equivocado pretender que el sindicato se convierta en dirección de la lucha política del proletariado por la toma del poder. Esta concepción, que tiende a confundir las tareas del Partido y el Sindicato, en definitiva niega la necesidad del primero al asignar sus tareas a la organización sindical. En la práctica esta concepción errónea se traduce además en la adopción de una política sectaria por parte del sindicato, acompañada inevitablemente de una táctica sindical ultraizquierdista, que lleva a tomar cada conflicto o cada empresa en conflicto como campo de batalla en el cual se decide el destino de la revolución en torno a un problema sindical.
¿Se deduce de esto que el papel de los sindicatos no tiene ninguna importancia o que
solo la tiene en el plano sindical? Existe una desviación llamada sindicalismo que exagera el papel de la lucha económica elevándola a la categoría de actividad fundamental de los revolucionarios, mientras que otra tendencia la niega en absoluto, considerando que los revolucionarios no deben participar en este tipo de lucha reivindicativa. Ambas posiciones son equivocadas. La lucha sindical deba entenderse como parte de la lucha de clases, pero en un nivel inferior. Es la lucha que permite a los sectores más amplios de las masas, aquellos cuya conciencia política está más atrasada, comenzar a interesarse en las cuestiones sindicales y políticas a través de su participación en los conflictos, actos de protesta, etc. En este sentido, el papel que cumplen los sindicatos es de gran importancia al realizar una tarea de permanente hostigamiento contra la burguesía y ayudar a que más y más obreros comprendan con la propia experiencia de la lucha la necesidad de un horizonte políticamente más amplio, que una organización más apropiada, que llegue a distinguir claramente a sus enemigos de clase y entiendan la necesidad de combatir contra ellos y esta finalidad se realiza más acabadamente en la medida en que las direcciones sindicales son clasistas o revolucionarias. Para cumplir con real eficacia ese cometido que los llevará a un enfrentamiento agudo con la dictadura, las organizaciones sindicales deberán combinar adecuadamente la actividad legal -donde y hasta cuando sea posible- con un nuevo tipo de organización, clandestina que se apoya en la acción armada estructurada de forma independiente, para garantizar la continuidad de la lucha frente a la represión. Esta posibilidad que está abierta y cuyo desarrollo puede llevar a organizar clandestinamente el movimiento sindical, no cambia el carácter del mismo, en lo que se refiera a su condición de organismo de masas. Simplemente lo adecua a las necesidades de una etapa más avanzada del proceso revolucionario, en la que el desarrollo de la lucha armada, lleve a la burguesía a extremar las medidas represivas sobre los luchadores populares. Esta etapa implicará un abierto enfrentamiento político con la dictadura burguesa, que llenará con un contenido antidictatorial y antiimperialista las luchas sindicales. Pero a pesar de esto las movilizaciones espontáneas por problemas reivindicativos se seguirán produciendo y su canalización seguirá realizándose a través de las organizaciones sindicales.
En Vietnam del Sur, luego de largos años de guerra revolucionaria, se producen periódicamente conflictos gremiales, con su natural despliegue de huelgas, manifestaciones, etc., que son dirigidos por los organismos de masas sindicales, que sigue cumpliendo su papel de defensa de las reivindicaciones económicas y movilizando a las más amplias capas de trabajadores, mientras continúe desarrollándose la guerra revolucionaria en toda su intensidad.
Podemos concluir entonces, brevemente, que el papel de los sindicatos, como forma organizada de movilizar a las masas, a los más amplios sectores del proletariado integrándolos así a las luchas populares, seguirá siendo de gran importancia y que esta lucha sindical adquirirá mayor eficacia y amplitud en la medida que los sindicatos cuenten con direcciones revolucionarias. Pero que de ninguna forma, la organización sindical puede reemplazar al partido revolucionario en la dirección política del proletariado para obtener los objetivos históricos del mismo; la toma del poder y la construcción del socialismo.
Luis Enrique Pujals