El 25 de noviembre cada año se celebra el día internacional contra la violencia a las mujeres, fecha tomada por el asesinato en 1960 de las mariposas Mirabal, tres hermanas que luchaban contra el dictador dominicano Trujillo.
Este año, el evento tendrá un alcance mucho mayor. En el año del «Ni una menos», esta vez hay convocatorias mucho más grandes en ciudades donde no solía haber tal repercusión. Sin embargo falta, y mucho.
Falta poner en el centro de «las mujeres», a «las mujeres trabajadoras» que son las que no tienen recursos para escapar de los golpeadores y violentos. Por razón de número, de la masa que se moviliza en estas fechas, la mayoría somos mujeres trabajadoras, las que reciben las mayores violencias:
VIOLENCIA FAMILIAR: Las trabajadoras somos las que si optamos por familias como las que reivindica la iglesia tenemos que optar entre criar hijos o trabajar perdiendo nuestra independencia económica, si es que alguna vez logramos tenerla. Desde pequeñas somos las únicas convocadas a aprender las tareas domésticas mientras nuestros hermanos juegan en la vereda.
VIOLENCIA LABORAL: Las trabajadoras somos las mujeres que tenemos en promedio sueldos (y categorías) menores que los hombres. Como se nos responsabiliza de la crianza de los niños somos las que más sentimos el no tener guardería en nuestra unidad laboral, ni vacantes en jardines maternales públicos. Son pocos todavía los hombres se quejan de no tener más licencia para acompañarnos en la maternidad. Somos las trabajadoras las que no veremos contemplados en los regímenes de licencias nuestros malestares, sino que mantenemos el ritmo de producción aunque estemos menstruando, embarazadas o en menopausia. Somos las que nos pasamos el dato del obstetra «piola» que declara un embarazo de riesgo en lugar de dejarnos trabajar bajo riesgo de aborto espontáneo. Somos las que soportamos montones de situaciones judicialmente incomprobables de acoso laboral por parte de compañeros y superiores Hombres en el trabajo. Las mismas que no tenemos un salario familiar suficiente en caso de ser sostén de familia.
VIOLENCIA INSTITUCIONAL: Somos las trabajadoras las que recalamos en los hospitales por complicaciones de abortos clandestinos y son denunciadas por los médicos. Somos las mujeres violadas que sin medios al recurrir a un hospital público para abortar somos condenadas por la cómplice lentitud de jueces y doctores a parir el fruto de la violación. Somos las trabajadoras que no podemos pagar abogados y que no nos toman la denuncia de violencia hasta que no hay lesiones graves.
Todo esto que falta, nos falta a la mujeres trabajadoras. Por supuesto que a todas nos estigmatizan por tener una minifalda, o nos piropean por la calle, pero es la combinación de la explotación de clase con la opresión de género la que realmente hay que combatir. No solo porque la opresión de la mujer trabajadora se lleva vidas en abortos clandestinos, sino porque solo la mujer trabajadora unida a la lucha de su clase puede cambiar el mundo.
Mujer trabajadora, te necesitamos organizándote en los barrios obreros y no en las ONG de las burguesas;
Mujer trabajadora, te necesitamos cuestionando qué Educación Sexual se da en las escuelas y en los hogares.
Mujer trabajadora, te necesitamos como delegada en tu trabajo, velando por tus derechos y organizando a las mujeres de las familias de tus compañeros.
No al feminismo religioso que vela por maridos tranquilos para mujeres fregonas.
No al feminismo burgués que equipara un piropo a un aborto mal hecho por falta de recursos.
Sí al feminismo clasista que lucha desde la diversidad de género, por todas las reivindicaciones políticas, económicas y culturales de cara a un cambio revolucionario.
Partido por la Revolución y el Comunismo – PRC, 24/11/2015.