Finalmente, el 30 de agosto se llevó adelante la destitución de Dilma Rousseff, del PT, quién estaba a cargo del gobierno de Brasil, acusada de irregularidades administrativas. El poder quedará en manos del vicepresidente Temer, quien desde mayo de 2016 comandaba el ejecutivo en forma interina.
La destitución de Dilma Rousseff
Con una mecánica similar a la que ocurrió en 2012 con el ex presidente Lugo de Paraguay, Rousseff fue destituida del cargo de presidenta. Así, las fracciones políticas burguesas y sus representantes en los parlamentos muestran a las claras cómo usan y desusan los mecanismos de su misma democracia para ricos.
Cuando les sirven los votos para justificar planes de ajuste, los utilizan. Y cuando necesitan echar anticipadamente a ciertos sectores políticos que no les garantizan sus planes en la forma que consideran necesario, también, utilizando métodos o bien golpistas o bien pseudo-constitucionales para encubrir el golpismo.
Es lo que pasó en Brasil. Un golpe de Estado disfrazado con métodos institucionales, llevado adelante por una clase política carioca totalmente corrupta.
Ni Temer, ni Rousseff
Ante situaciones como éstas, como clase trabajadora no debemos dudar. Debemos condenar los métodos golpistas y a los sectores políticos y económicos que los llevan adelante, y enfrentar su plan ajustador.
A su vez, no debemos dejarnos engañar con los cantos de sirena de sectores políticos que, en la última década, aplicaron en América planes de ajuste, represiones, encarcelamiento de luchadores, y un sinnúmero de medidas antipopulares.
Esos sectores políticos que fueron gobierno y hoy están corridos del poder central (en Brasil, en Argentina, como en otros países), pretenden imponernos una falsa dicotomía y que tengamos que optar por un capitalismo manejado por ellos, supuestamente más justo, o el liberalismo salvaje.
Nosotros luchamos por nuestros derechos reales, que no pueden dar ni los gobiernos populistas, tipo Rousseff o Kirchner, ni los liberales, al estilo Temer o Macri.
Por otra democracia
Denunciamos el golpe de Estado en Brasil y llamamos a enfrentarlo, pero no por la vuelta del PT, que ya mostró su fracaso, sino para avanzar en un gobierno obrero.
Esta democracia para ricos no va más, y la situación en el país carioca lo demuestra. Todas sus maniobras, gobierne quien gobierne, son a los fines de seguir gobernando para los intereses de la clase empresarial.
Luchemos por una democracia que parta de los derechos económicos plenos de toda la clase trabajadora. Por una democracia que se practique en organismos de la clase, y no en parlamentos de ricos. Por una democracia ligada al trabajo y no a las ganancias.
Es decir, luchemos por una sociedad distinta, por el socialismo, donde la riqueza social sea de la sociedad, y no de las empresas y las castas de políticos que se enriquecen a costa del hambre del pueblo.