Editorial Voz Obrera N° 11 de septiembre: Que se vayan todos, que no vuelva ni uno solo

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En el escenario político, el macrismo va presentando claramente los detalles de su escenografía.

Desde el punto de vista de los intereses de los capitalistas, el ajuste sobre la clase trabajadora debe ser aún más brutal, con salarios a la baja, precarización laboral, impuestos y tarifazos…

Pero el ajuste no pasa sin mayor represión. En este sentido, después de que el kirchnerismo se propusiera reconciliar a los militares con la sociedad, el macrismo se propone revitalizar su rol represivo.

Los desfiles castrenses en los festejos del bicentenario; el recorte del control civil sobre las FFAA y las advertencias de sacar el ejército a la calle; la prisión domiciliaria a Etchecolatz, al tiempo que pone en duda los 30.000 desaparecidos y pretende la detención de Hebe de Bonafini; el desalojo de la protesta en Au. Bs. As. – La Plata, y la represión con balas de plomo a obrero de El Tabacal, Salta, por parte del gobierno de Urtubey, son políticas claras en función de profundizar la represión sobre el movimiento que lucha y disciplinar al conjunto de la clase trabajadora.

El carácter abiertamente derechista, represivo y antipopular del gobierno de Cambiemos es evidente. Tal es así que, en menos de un año, importantes y masivas movilizaciones ya nos han encontrado en la calle, repudiando las políticas oficiales.

La huelga y movilización de ATE a comienzo de año, el posterior paro y movilización de CTERA, el multitudinario acto del 1º de mayo convocado por las CGT y las CTA, la movilización del “ni una menos”, los ruidazos contra el tarifazo, la reciente Marcha Federal, han sido manifestaciones que, por su masividad, se han convertido en importantes hechos políticos. Sin embargo, la conducción política de estos movimientos es fundamentalmente populista y, particularmente, kirchnerista.

Nuestra clase ya transitó esta experiencia. Cuando la lucha contra el neoliberalismo menemista y de La Alianza, fueron los sectores reformistas de la CTA, el FreNaPo, luego kirchneristas, quienes se enquistaron en el gobierno para, a fin de cuentas, sacar de una crisis de representatividad y gobernabilidad a la burguesía.

Nuestra clase ya vio sus límites. Ningún cambio estructural durante la década kirchnerista benefició a la clase trabajadora. El pobre siguió siendo pobre, y el rico, rico. Los problemas de empleo, inflación, vivienda, salud, educación y un interminable etcétera siguen acuciando a nuestra clase. No volvamos atrás retrocediendo más de diez años.

Los sectores clasistas debemos disputar la dirección del movimiento de lucha y encauzarlo con una orientación política que sostenga la independencia de la clase trabajadora de toda influencia de los capitalistas, de sus partidos patronales y de las distintas expresiones de la burocracia sindical de las CGT o de las CTA.

Esto, con una perspectiva clara, que explique, pacientemente, que la única salida real no está en humanizar o reformar al capitalismo, sino en poner de pie lo que está de cabeza y conquistar, a través de la lucha, un gobierno de la clase trabajadora.

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