Las principales potencias capitalistas no logran reactivar la economía y relanzar su tasa de ganancia luego del crack financiero de 2008. La actual crisis capitalista tiene su origen en la sobreproducción. Destruir vastos sectores del planeta parece ser la única salida que tienen los capitales para colocar sus mercancías.
La crisis económica hoy
La sobreacumulación de mercancías sigue siendo un lastre para las potencias capitalistas, que no logran estabilizar sus economías.
Y el condimento que distingue a esta crisis de otras, como la de 1929, es la creación de burbujas financieras mediante bonos, especulación de las bolsas, acumulación de deudas tanto de Naciones como de privados, que desde hace ya dos años se ubican en valores cercanos a los previos al 2008, cuando estallara el crack financiero.
Ya nos advertía Carlos Marx en sus estudios sobre el capital que las crisis de sobreproducción son propias de la dinámica interna del capitalismo.
Y que la salida burguesa a las mismas se da mediante la destrucción de fuerzas productivas, es decir, fábricas, caminos, vidas humanas, maquinaria, concentrando de ese modo el capital en menos manos y, desde allí, volver a relanzar la economía reconstruyendo lo destruido.
El mundo en guerra
Esto explica que la escalada belicista que vemos en el mundo, con un tercio de las naciones del planeta en guerras de baja o media intensidad, es sólo el preámbulo de algo más grande.
Las principales potencias mundiales, por un lado, se sacan de encima armamento ubicando su excedente de producción en Medio Oriente y en África principalmente, pero también aumentando las dotaciones en las bases militares que poseen en diferentes países, y vendiendo paquetes, como los 2000 millones de dólares que le compró Macri a EEUU recientemente.
Estos preparativos (junto con poner en los medios de difusión masiva las amenazas de guerra entre Corea del Norte y EEUU), y las políticas proteccionistas fronteras adentro como las de Trump, el Brexit en Europa o como la que plantea la derechista francesa Le Pen, son parte de reconocer esta realidad de crisis que se les hace ineludible.
Crisis que retornan periódicamente, crisis que son propias del capitalismo, crisis que, en tanto el poder siga en manos de la burguesía, descargarán sobre las espaldas obreras.
Nuestra clase debe tomar el cambio en sus manos
Los grandes capitales, en su afán de ganancia y con sus crisis, cotidianamente ponen en riesgo la vida en el planeta sin tener en cuenta el límite ecológico ni la propia vida de los trabajadores.
La clase capitalista nos demuestra claramente que, más allá de alguna mejora social aquí o allá, sólo puede conducir la humanidad al desastre.
Somos las trabajadoras y trabajadores los únicos capaces de cambiar este rumbo. Es necesario un cambio revolucionario en el desarrollo de las fuerzas productivas, expropiando a los capitalistas y socializando la producción.
Y para esto tenemos que organizarnos en partidos que representen nuestros intereses, que sean internacionalistas, y que no sólo planteen la necesidad del poder y de un cambio revolucionario, sino que desde ya comiencen a prepararlo.