El ataque a la sede de ADOSAC, combinado con el ataque al local del Partido Obrero, son parte de un clima de persecución política que se pretende instaurar en nuestro país contra todos aquellos que enfrentamos el ajuste en curso que llevan adelante las administraciones nacionales y provinciales.

En un juego de suma cero, kirchneristas y macristas ajustan y persiguen a los luchadores. Esto no es novedad: se alternan en estos roles de ajustadores y represores desde hace años.

En el contexto actual, cuando muchos sectores salen a luchar contra el ajuste, se echa mano a las leyes antiterroristas del gobierno anterior o se utiliza el aparato represivo engordado por Berni. En Jujuy, se utiliza el aparato judicial y represivo para mantener presa a Milagros Sala; el mismo que se utilizó en Santa Cruz para condenar a perpetua a los petroleros de Las Heras, o que utiliza Bertone para peserguir y exonerar a los docentes del SUTEF.

El repudio a la represión debe ser unánime. Lo mismo que el ataque a las sedes sindicales o a los locales de partidos de izquierda.

En este punto, el movimiento obrero y el conjunto de los que resisten al ajuste deben ser claros y contundentes. No se puede avalar ninguna represión, venga de donde venga. El oportunismo ante los hechos de represión o de persecución no tiene cabida.

La independencia política del movimiento de resistencia debe ser una herramienta para no tragarnos los sapos de callar las represiones según quien las hace.