Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre que no quería pobres en su gobierno, basado en que los ricos no necesitan del gobierno para obtener dinero y porque expresan el tipo de actitud ante la vida que se requieren para ejercer un gobierno, abren interesantes reflexiones.
Cabe recordar que Trump, millonario él mismo con una fortuna estimada en 3.700 millones de dólares, se ha rodeado de un gabinete de otros millonarios, que incluyen inversionistas, dueños de cadenas de comidas rápidas, gerentes de multinacionales, entre otros.
Capitalistas y Estado (capitalista)
Una primera reflexión que podemos hacer acerca de esa idea que comenzó a circular en la década de los ’90 -de que llevar empresarios al gobierno implicaría menos corrupción, ya que eran ricos desde antes-, oculta que la mayoría de las grandes fortunas del mundo se han construido en estrecha relación con la obtención de beneficios por parte del Estado.
Si los empresarios buscan permanentemente ser beneficiados por los Estados en sus negocios, ¿por qué no lo van a hacer si son funcionarios del mismo Estado?
Pensemos en nuestro país. Macri proviene de una familia que basó su fortuna en la llamada “patria contratista”, y ha sido acusado de beneficiar a su padre desde el gobierno; o en las denuncias contra el ministro Aranguren por beneficiar a Shell.
Una segunda idea, expresada por Trump y también propia del ideario liberal capitalista, es que la pobreza o la riqueza dependen de las capacidades individuales, obviando todos los mecanismos sociales que garantizan que, en la inmensa mayoría de los casos, los hijos de los ricos sigan siendo ricos y los hijos de los pobres sigan siendo pobres. De hecho, casi todas las grandes fortunas de la actualidad han sido heredadas.
Obviamente, los medios burgueses de difusión nos harán hincapié en las situaciones excepcionales de personas que, a partir de 100 dólares, se volvieron millonarios, para que soportemos nuestras vidas como trabajadores oprimidos, pensando que justo nosotros, en algún momento, seremos la excepción que logrará volverse rica.
El Estado está al servicio de ellos
Sin embargo, no debemos caer tampoco en el discurso que sólo los gobiernos formados directamente por ricos, como el caso de Trump o Macri, gobiernan para los poderes capitalistas.
El eje debe ser puesto en qué clase gobierna -y, por lo tanto, para quiénes gobierna- y no en el origen social de los individuos concretos. Un obrero puede llegar a presidente (por ejemplo, Lula en Brasil) y no por eso el Estado deja de estar al servicio de los intereses de la burguesía.
Aun suponiendo que ese obrero que llega tenga las mejores intenciones, deberá gobernar para los empresarios porque estos conservan la base del poder social, que es la propiedad de los medios de producción y el control de los procesos de trabajo.
Para que un gobierno no esté al servicio de la clase burguesa en última instancia, ha de ser la clase trabajadora como tal la que debe asumir el poder a través de sus propios órganos de gobierno, despojando de todos los resortes de poder a la burguesía y socializando sus millones y millones.