Con la emisión de un bono a pagar en 100 años, por los que el país obtuvo 2.700 millones de dólares, pero por el que devolverá entre capital e intereses 21.000 millones de dólares, el tema de la deuda externa argentina volvió al tapete.
La deuda externa forma parte de la realidad de todos los Estados capitalistas y, en particular en el tercer mundo, es una gran fuente de pérdida de recursos. Nuestro país, como Estado capitalista y tercermundista, comenzó con la historia de endeudamiento en 1825, cuando el presidente Rivadavia tomó una deuda con la Baring Brothers por un millón de libras esterlinas, de las que llegaron poco más de la mitad y que se estuvo pagando por más de 80 años.
Pero sería a partir de los 70, en consonancia con lo que pasó en el resto del mundo, que los niveles de deuda se dispararon, hasta llegar hoy a 360 mil millones de dólares.
Esta deuda externa en general es para cubrir los problemas del funcionamiento capitalista de la economía argentina, y la pagamos entre todos vía impuestos (más en un país como Argentina donde el sistema impositivo es muy regresivo). Hoy en día, los 70 mil millones de dólares de deuda que tomó Macri en 20 meses de gobierno apuntan a cubrir la falta de dólares y no tener que aplicar un ajuste tan violento antes de las elecciones.
Esta situación ya había comenzado en el gobierno anterior. Tras años de supuesto desendeudamiento (la deuda en términos absolutos creció, pero bajó su peso en relación al PBI, que creció más rápido), en los que nunca desconoció una deuda probadamente ilegal ni recuperó la jurisdicción argentina sobre la misma, en 2015 le pagó 9.500 millones de dólares al Club de París como modo de regresar a los mercados de capitales para endeudarse ante la falta de dólares, además de emitir Lebacs por más de 30.000 millones de dólares.
Sin embargo, los capitalistas le enviaron un mensaje a Macri el 19 de junio pasado cuando Morgan Stanley no elevó la categoría del país a “mercado emergente”, con lo cual no hubiera tenido que pagar tantos intereses y hubiera recibido inversiones de capitales. El ajuste actual no es suficiente, debe profundizarse más.
En definitiva, los gobiernos burgueses y la economía capitalista argentina no funcionan sin deuda externa y sin que la paguemos todos nosotros. Obtenerla, además, implica desde ya condicionamientos externos a la política económica del país.
Es necesario un gobierno de la clase trabajadora, que desconozca la ilegítima deuda y transforme la estructura productiva del país.