Es muy común que cuando la sociedad se polariza entre las clases centrales los caminos del “medio”, los progresismos, los “korea del centro”, pisan el palito y se lanzan a vociferar contra las masas desde un discurso que sirve de bálsamo para el fascismo y el encuentro de un enemigo interno, paso necesario para justificar la represión, la brutalidad policial y el estado de sitio de hecho.
Los progres dicen, “los violentos que tiran piedras”, pero se olvidan de la cantidad de asesinatos, fusilamientos, desapariciones, detenciones arbitrarias, y atropellos de todo tipo. Los progres dicen, “la violencia es mala venga de donde venga”, mientras encubren una violencia cotidiana de oprobio, de vejaciones de todo tipo, de accidentes laborales por falta de protección, de trabajo en negro, de militarización de barrios, de sueldos que no alcanzan, de robo a los jubilados. Los progres dicen, “hay que detener a los violentos, porque no se manifiestan pacíficamente”, queriendo instalar la idea de que las manifestaciones sino son pacíficas no son manifestaciones, que los trabajadores y trabajadoras debemos autosometernos al juego de unas instituciones que funcionan en contra nuestra.
Los progres, esa entelequia endeble, que oscilan rápidamente de un lado a otro, pero que allanan el camino a la derecha. Hablan de los pobres, de los padecimientos de los trabajadores, de la injusticia de la sociedad, pero desprecian la rebelión contra esa injustica. Niegan la historia toda, regada de muertos de nuestra clase, mientras los progres de cada época condenaban la autodefensa.
En la antesala del nazismo los progres llamaban a no enfrentar la violencia nazi con la violencia organizada de la clase obrera, porque eso es “alimentar la espiral de violencia”. Ahí están los seis millones de muertos en los campos de concentración. Ameritaba todo tipo de estrategias de violencia proletaria para detener el crecimiento del nazismo.
Los progres de los 70s que condenaban las organizaciones político-militares “porque le hacen el juego a la derecha” pero el plan de la derecha estaba en curso, con Onganía, con Perón y López Rega, con Rodrigo y luego con Videla y compañía. Treinta mil desaparecidos, miles de asesinados, presos políticos.
Siempre los progres se horrorizan de la legítima violencia de los de abajo. Siempre. Es que le temen, en el fondo, a lo que desconocen. Creen conocer un desocupado o un trabajador ideal que es pacífico, mansito, que obedece, que no se planta ante el patrón, que se deja verduguear por la policía en el barrio.
Señores y Señoras progres, las y los laburantes somos de carne y hueso, reales, vivimos nuestras penas, nuestras alegrías y también tenemos nuestras formas de organizarnos y defendernos. En cualquier movilización ante la represión nos tapamos las caras, en general por los gases, pero también para que no nos identifiquen con fotos, rompemos las veredas para conseguir piedras para tirarle a los que nos disparan con armas de fuego, tiramos petardos para generar confusión como las fuerzas de seguridad usan sirenas, explosiones, paso redoblado, helicópteros, motos, camiones hidrantes, gas pimienta, y tantas cosas.
Señores y Señoras progres, una barricada, construida con andamios, tablas, tachos de basura sirve como oasis ante la balacera, como escudo ante la represión y como contención de las fuerzas asesinas, ¿no han visto como la policía pone vallas, escuadras con escudos y hacen pinzas con motos y patrullas?
Señoras y señores progres, ahórrense hablar de lo que no saben. Si tienen libertad para poder jugar a ser progres es por la violencia de los de abajo que volteó dictaduras, monarquías, virreinatos. Si tienen la libertad de ser progres, es porque la violencia de los de abajo les ganó derechos como la libertad expresión, para que puedan opinar sin censura, derechos laborales, una educación pública, laica y gratuita.
Sí, cientos y cientos de manifestantes se enfrentaron a las fuerzas represivas. Sí, utilizaron gomeras, palos, piedras, pirotecnia, fuego, máscaras, vinagre, limón, mylanta, barricadas. Esas trabajadoras y trabajadores eran y son parte de la movilización, fueron su sector más decidido, su sector más aguerrido, el sector que cuidó que la represión no avance y nos pueda desalojar de la plaza, al igual que el jueves anterior, es el sector que protegió al conjunto.
La autodefensa es un derecho legítimo. No hay dos demonios. De un lado una casta política millonaria, propietaria de tierras, empresas, y grandes activos financieros, acostumbrados a predicar paz mientras ejercen violencia, acostumbrados a mandar, y exigen que nos callemos ante el robo de nuestro futuro. Congelaron los haberes de los jubilados, legalizaron la jubilación a los 70 años y bajan cada vez más el porcentaje del salario que una jubilación representa.
Del otro lado, la clase obrera y el pueblo trabajador diciendo no. Diciendo abajo el ajuste. Diciendo así no podemos seguir. Y ante la insistencia de los poderosos de seguir con el robo a los jubilados actuales y futuros, la bronca, la estampida contra ese poder absurdo que utiliza y descarta a los que trabajamos.
Queremos una democracia real, una democracia de trabajadores, queremos una justicia real, una justicia de la clase, una justicia feminista, queremos una sociedad diferente, donde las mayorías gocemos de la riqueza social y no que ella sea apropiada por una minoría absoluta como pasa en la actualidad.
La disyuntiva en la actualidad es esa, ni más ni menos. O se sigue el camino que trazaron los poderosos y se genera más oprobio para nosotros, o levantamos una forma social diferente que nos permita liberarnos del lastre que tenemos sobre nuestros hombros. Esos vagos que viven del trabajo ajeno, esos parásitos que a diario se apropian privadamente de la riqueza que producimos colectiva y socialmente las y los trabajadores.
En el medio no queda nada.
Excelente visión !!! Comparto totalmente!
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Muy bueno el artículo, muy emotivo y tan real como la sociedad misma.
Carentes de conciencia de clases, los progres, tristemente son un alto porcentaje de los habitantes de nuestro país. Su doble vara de calificación como «violentos» hacia un pueblo que lucha por no perder derechos adquiridos y de «patriotas» que «hacen su trabajo» hacia las fuerzas represivas, garantiza el dominio absoluto de la derecha por sobre la voluntad del pueblo y empodera a las fuerzas represivas asegurando la naturalización del abuso de poder y el aumento progresivo de la violencia en contra del pueblo.
El progre es una persona que ignora su propia historia, la cual se encuentra escrita con sangre puesto que la burguesía jamás cedió sus privilegios de forma pacífica, y desconoce el origen de sus derechos, como si estos ya se encontraran asegurados por definición de un ser divino.
Engañados por los medios de comunicación mayormente desarrollan una percepción de violencia unilateral, o bien identifican ambas partes pero sin tener en cuenta quién y con qué fin ejerce la violencia llevandolos a posicionarse del lado equivocado al defender el «orden público».
Como escribió Julio Cortazar, «es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia, si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella».
Así, el progre es uno de los pilares que el sistema burgués necesita para poder seguir en pie. Como dijo Simone de Beauvoir «El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos».
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