La violenta represión que sufre el pueblo mapuche en su lucha por el derecho a la tierra (y también otros pueblos originarios del país como los Qom en el norte) expresa el carácter de clase del Estado y su rol histórico.
La lucha de esos pueblos no sólo cuestiona la propiedad privada de los medios de producción, en este caso de la tierra, que el Estado burgués tiene como tarea prioritaria defender a favor de empresas nacionales o extranjeras y que es la causa inmediata de la feroz represión.
Además, esta lucha levanta los odios racistas de la burguesía, y expone la sangre sobre la que se forjó el Estado argentino (como todos los Estados), y las grandes fortunas de las clases dirigentes de nuestro país.
En el origen del Estado-Nación se encuentra el combate hasta casi su extinción contra los diferentes pueblos que habitaban estas tierras, con el relegamiento de sus culturas y el robo de sus tierras.
Y en el origen de las riquezas de las familias “patricias” de nuestro país se encuentra la apropiación en forma privada de esas tierras que el Estado argentino robó en su proceso de construcción.
De allí, las enormes dificultades de los diferentes gobiernos, peronistas o gorilas, para reconocer los derechos de estos pueblos.
Esta negación del acceso de la tierra a los pueblos originarios de hecho se continúa en la negación de la tierra y vivienda a millones de personas, que trabajan toda su vida para enriquecer a esa misma clase capitalista dueña de las tierras y las empresas.
Es por eso que sostenemos que el acceso a la tierra en forma comunal por parte de los pueblos originarios y la plena expresión de su idiosincrasia sólo puede llevarse a cabo en forma cabal en el contexto de la lucha de la clase obrera y demás oprimidos contra la burguesía argentina y su Estado, expropiando y socializando aquello que fue obtenido mediante el saqueo, y eliminando al Estado y las fuerzas represivas creadas para defender ese robo histórico.