El pueblo haitiano ha protagonizado recientemente grandes protestas contra las medidas de ajuste dictadas por el FMI y aplicadas por el gobierno fraudulento de Moise. Puntualmente, se ha levantado contra el aumento de los combustibles en casi un 50%. El gobierno, de momento, ha tenido que retroceder. Sin embargo, el FMI está al acecho y prepara nuevos ataques, de allí que no se pueden descartar nuevas confrontaciones contra el gobierno. Es hora de una salida de profunda transformación económica, política y social, para lo cual es fundamental construir las herramientas de lucha propias de nuestra clase.
Haití: catástrofes, miseria, fraude e intervención militar
Haití es un pequeño país devastado por la miseria y la pobreza, que arrastra las consecuencias sociales de las catástrofes naturales, un terremoto y un huracán. Sin embargo, estas catástrofes no han tenido las mismas consecuencias en el país vecino de la isla, República Dominicana.
Es que en Haití, a la miseria en que la burguesía ha sumido a la población, se suma la intervención militar de Naciones Unidas, MINUSTAH, desde 2004, comandada por Estados Unidos, aunque integrada por tropas de varios países, entre ellos de Argentina y Brasil (enviadas durante los gobiernos de Lula y Kirchner).
La intervención militar ha jugado el papel de “cuidar” las instituciones luego de un golpe de Estado contra el ex presidente Jean-Bertrand Aristide, y de un proceso electoral que, además de tardar más de 2 años en convocarse, sólo consignó la participación del 20% de la población.
El plan de reconstrucción del país luego del terremoto de 2010, que dejó 300.000 muertos, ha sido un enorme negociado de los monopolios imperialistas, que, además, están devastando los recursos naturales del país.
En ese contexto, el plan de austeridad del FMI aplicado en Haití presiona aún más a la pobreza a millones de haitianos.
El detonante de la revuelta: el FMI
El aumento de los combustibles, entre ellos el querosén (que se utiliza en los hogares más pobres de Haití para iluminación y calefacción), por explícita indicación del FMI, desató una ola masiva de protestas con un fuerte contenido insurreccional.
La respuesta a este decreto de aumento de los combustibles del 4 de julio fueron enormes protestas, y la convocatoria a un paro nacional el lunes 9 de julio.
El movimiento sacudió el país: los enfrentamientos contra las fuerzas represivas, las barricadas y la lucha callejera ganaron las ciudades.
Estas manifestaciones incluyeron concentraciones en la embajada norteamericana, señalada con razón como una de las principales responsables, junto al gobierno fraudulento de Jovenel Moise, de la situación miserable del pueblo haitiano.
Pese a que el decreto de aumentos en los combustibles fue revocado por el gobierno, las manifestaciones populares se prolongaron. Finalmente, el sábado 14 de julio, presionado por la situación social, el Presidente ha aceptado la dimisión del Primer Ministro y todo el gabinete, sumiendo al gobierno en una profunda crisis.
Construir las herramientas políticas para una transformación social de raíz
La crisis política actual en Haití se combina con la falta de una dirección revolucionaria que pueda orientar al movimiento hacia una salida obrera y socialista.
De esta forma, las enormes energías desplegadas por el movimiento obrero y popular pueden ser capitalizadas por el sector populista de la burguesía, que no va a dar -como ya no ha dado- una salida de fondo a la crisis actual de Haití.
En el contexto latinoamericano se reproducen estas situaciones una y otra vez, con diferentes velocidades e intensidades, pero mostrando una profunda tendencia del movimiento obrero y popular a confrontar con los planes del imperialismo para la región, aunque sin una dirección política propia.
La clase trabajadora debe sacar conclusiones políticas claras de esta situación que se presenta en el continente y que, sin embargo, no encuentran una salida positiva y de largo plazo.
Los movimientos de las masas no esperan las condiciones ideales. Se desatan, se desenvuelven y empujan la experiencia del conjunto de los y las oprimidas hacia nuevas conclusiones. La famosa “grieta” entre “populismo” y “neoliberalismo” o “derecha” es la forma en que el imperialismo intenta administrar simbólicamente las crisis políticas en el continente, crisis inherentes, crisis recurrentes, crisis que sólo dejan clases dominantes cada vez más enriquecidas y pueblos cada vez más saqueados y empobrecidos.
Frente a esto, debemos redoblar en la actualidad los esfuerzos por la construcción del Partido Revolucionario de Combate de las y los trabajadores, el desarrollo del Frente Único Revolucionario, y la construcción de Poder Obrero, herramientas políticas de lucha propias de nuestra clase, que permitan una intervención centralizada de los y las revolucionarias ante las crisis que se avecinan en el continente, de modo tal que los movimientos de resistencia se articulen con un planteo estratégico y se planteen la única salida política real ante la decadencia capitalista: la resolución de la crisis mediante la revolución obrera y socialista.
PRC, 19/07/2018.