El presupuesto que presentó el Gobierno de Macri-Lagarde es claramente un instrumento más del ajuste. En la presentación que hizo el ministro Dujovne quedó claro el horizonte de la economía argentina para el año 2019: aumento de las partidas para pagar intereses de deuda externa, disminución de las partidas para salud, educación y obra pública.
El presupuesto de Macri-Lagarde
El escenario nacional se encuentra es un estado de profunda tensión. Por un lado, el gobierno de Macri y Lagarde avanza en un esquema económico destinado a garantizar el pago de intereses de deuda externa, al costo de reducir todas las partidas importantes de un presupuesto, como salud, educación y obras de infraestructura.
Como venimos analizando, el régimen económico se encuentra volcado absolutamente a garantizar la transferencia de riquezas hacia las potencias imperialistas. El mecanismo utilizado es la deuda externa, que garantiza enormes transferencias de dólares hacia los “prestamistas”.
Esos miles de millones de dólares que el presupuesto asegura para el pago de la deuda son retaceados en otros rubros absolutamente necesarios.
Es así que este presupuesto prevé la continuidad de la pérdida de poder adquisitivo de todos los estatales, política que el gobierno ha llevado adelante con éxito gracias a la complicidad de las burocracias sindicales de UPCN, CTERA y ATE, sindicatos que no han desarrollado ningún plan de lucha serio. Cada sector, cada provincia, cada municipio pelea por su cuenta y, en esas peleas sectorizadas, el triunfo es del gobierno.
El “déficit cero” y la austeridad
El gobierno nacional ha comenzado a reconocer que se vienen tiempos muy duros para el conjunto de la clase trabajadora. Los eufemismos climáticos de “tormentas” y “turbulencias” han dado lugar al pedido de poner el hombro o al cinismo de dolor por tener que ajustar.
Las y los trabajadores ya no podemos esperar más. Esta política nos está dejando en un estado de pobreza cada vez mayor.
Así, aumenta el desempleo y se multiplican las suspensiones en diversos sectores de la producción por la propia recesión que impulsa el gobierno y el FMI.
Estos discursos gubernamentales, combinados con la contención de la lucha que lleva adelante el peronismo y la burocracia sindical, generan una sensación de que nada se puede hacer.
2019 está demasiado lejos
Seguir esperando que el ajuste avance, como plantean las direcciones kirchneristas y las burocracias sindicales de todo pelaje, es hacerle el juego a la derecha, porque esa política es cómplice de la destrucción de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Por eso, la lucha debe ser ahora.
Desde cada lugar de trabajo, desde cada barrio, desde cada escuela y universidad debemos forjar un movimiento de lucha que impulse la huelga general contra el gobierno. No hay nada más democrático que la intervención decidida de la clase trabajadora para detener el saqueo en curso.
En las resistencias actuales se ve el enorme potencial de lucha. Las consignas antigubernamentales como “que se vayan todos” resuenan cada vez más en las marchas y acciones. Y en esa consigna hay una gran verdad: ya no podemos esperar más.
Ante esta situación, la salida es un gobierno obrero y popular, que lleve adelante un programa de emergencia para que la crisis la paguen los capitalistas y no la clase trabajadora.
El conjunto de las fuerzas de izquierda deben dejar de lado el sectarismo y las ansias de protagonismos individuales. Es necesario levantar de conjunto una campaña para desarrollar la deliberación en la clase trabajadora por una salida política propia.