El próximo 19 de julio se cumplen 43 años de la caída de gran parte de la dirección del PRT, la organización marxista más importante de Argentina en los años ‘60 y ‘70, experiencia política que nuestra organización inscribe en la corriente revolucionaria que hemos denominado “Trotskysmo de Combate”. El cuadro de influencias políticas revolucionarias y la complejidad de la sistematización de los aportes que el PRT incorporó para nutrirse y pensar la intervención política en Argentina nos obliga a un estudio profundo de esta organización.
El Leninismo es la principal corriente del marxismo. La discusión sobre el partido de cuadros revolucionarios, en el temprano 1902, forjó una importante tradición dentro del marxismo. A diferencia de otras intervenciones, como la del primer Trotsky en “Nuestras tareas” o de Rosa Luxemburgo, Lenin planteaba la estructuración de un partido revolucionario de cuadros, centralizado, en el cual la organización funcione mediante el centralismo democrático. Debemos sumar a esto el aporte central a la Revolución Rusa que significaron las “Tesis de abril”, en las cuales formula la necesidad de hacer la revolución socialista, es decir, una aplicación práctica de la Teoría de la Revolución Permanente, sin etapas, donde el proletariado debe asumir la dirección del proceso social y todas las tareas revolucionarias[1].
En el contexto argentino de los ‘60 y ‘70, donde muchos grupos creían que se podía hacer la revolución mediante la práctica militar exclusivamente (EGP, FAL, las primeras FAR) y otros creían que la espontaneidad de las masas iba a conducir hacia un estallido, o bien que desde los sindicatos se iba a tomar el poder como planteaba SITRAC-SITRAM, el PRT batalló por la estructuración del partido leninista, de cuadros, formado teóricamente en el marxismo, que se pueda erigir en vanguardia política de la clase obrera, tal cual lo plantea Lenin. De todas las experiencias que decían reivindicar el “Qué hacer” como base para la estructuración del partido, sin dudas el PRT fue la más grande y con mayor incidencia.
El trotskismo es la corriente del marxismo que batalló incansablemente contra el estalinismo, y contra la conciliación de clases que impulsó el Partido Comunista mediante la Teoría de los Frentes Populares y el socialismo en un solo país. El trotskismo además logró combatir la propaganda estalinista y mantener vivas las conclusiones de la Revolución Rusa. La Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky es, en este sentido, central para desarrollar la estrategia revolucionaria. Siguiendo esta tradición, el PRT batalló contra los intentos de frentes de conciliación de clases como el FREJULI o el ENA, bajo el planteo de un trotskismo para el combate. Y fue la Sección Argentina de la IV internacional Secretariado Unificado hasta 1973[2].
A su vez, la Revolución China y el desarrollo de la guerra popular y prolongada, luego del fracaso de la política de alianza del PC chino con el Koumitang, planteó nuevos debates al interior del marxismo. En China se desarrolló una guerra de liberación contra el imperialismo, con la constitución de un Ejército Rojo que se asentó en zonas liberadas en las cuales se fue apuntalando la base social campesina mediante la colectivización de las tierras y ganando territorios al ejército de ocupación japonés. En este marco, en la noción de guerra popular y prolongada, Mao planteaba la articulación de los enfrentamientos guerrilleros cuando las fuerzas del imperialismo (en este caso japonés) eran superiores, con enfrenamientos abiertos cuando las fuerzas del Ejército Rojo eran mayores o podían vencer al enemigo. Se trataba de una táctica de enfrentamiento nueva y diferente, para un contexto donde la lucha no podía resolverse en un período corto y donde se estaba enfrentando un ejército imperialista fuerte.
La Revolución China fue el triunfo de una revolución en un contexto de ocupación de un ejército imperialista. Si partimos de la Revolución Rusa, el propio Trotsky plantea que las condiciones excepcionales en que se toma el poder, previamente al enfrentamiento militar, es probable que no se repitan en la historia[3]. En este sentido, la Revolución China planteaba una posibilidad de inteligir el proceso revolucionario como guerra popular y prolongada, es decir, la insurrección y la toma del poder como el final de un proceso y no como antesala. El PRT adoptó esta categorización para pensar cuál sería la forma en que probablemente se desarrollaría la revolución en América Latina y en Argentina. Esto se basaba en la caracterización de que el imperialismo yanqui iba a jugar un rol en el enfrentamiento contra cualquier movimiento revolucionario latinoamericano, que iba a tener que enfrentar para la toma del poder un ejército fuerte bancado por la principal potencia imperialista. No obstante, el PRT nunca tomó las ideas de la revolución por etapas, del Frente Popular con la burguesía nacional o la contradicción principal y secundaria, propias del maoísmo. En este sentido, se mantuvo fiel a la tradición trotskista que plantea la teoría de la revolución permanente, la centralidad de las contradicciones de clase, el internacionalismo y la necesidad de una independencia política de la clase obrera.
La Revolución Vietnamita, por su parte, tuvo como principal enseñanza mostrar que era posible derrotar al imperialismo yanqui. La estructuración de un Frente de Liberación y un ejército popular dirigidos por un partido revolucionario fueron las ideas que el PRT tomó de este proceso. La hipótesis de comandar desde el partido revolucionario a un frente político de liberación nacional, al que el PRT agrega “y social”, abría una punta para pensar, según el PRT, la posibilidad de articular y dirigir políticamente en la lucha revolucionaria a sectores provenientes de tradiciones no-marxistas.
Finalmente, la Revolución Cubana puso sobre la mesa la posibilidad de derrotar al ejército burgués sin que éste se halle en una guerra externa o en una ocupación imperialista. La combinación de las huelgas, las insurrecciones populares, las luchas estudiantiles, con el desarrollo de la guerra de guerrillas en Cuba, plantea la posibilidad de derrotar una dictadura sin que se encuentre envuelta en una guerra.
Como ya hemos dicho, es sumamente necesario comprender que la Revolución Cubana no se desarrolla sobre la base de una estrategia política foquista (como se intentó después en el Congo o Bolivia), sino que el proceso de la guerrilla se articula con el movimiento de masas real de las ciudades y del campo. El proceso de la Revolución Cubana es empujado rápidamente a declararse socialista ante la imposibilidad de llevar adelante tareas democráticas[4]. A poco de andar se enfrenta con el imperialismo y se ve forzada a declararse socialista[5].
El Che Guevara es quien saca las conclusiones políticas de “revolución socialista o caricatura de revolución”, empalmando así tanto con las Tesis de abril como con la Teoría de la Revolución Permanente. En este sentido, el Che expresa al factor radicalizado de esta revolución y plantea abiertamente críticas a la URSS y su burocratización, a la vez que desarrolla los debates sobre la necesidad de construir una nueva subjetividad socialista en base a los estímulos morales y no a los estímulos materiales. Es importante marcar esto porque el PRT, como todo el continente, es muy influenciado por la experiencia cubana. Y si bien no llegan a ver una diferencia entre el guevarismo y el castrismo, con quien tienen vínculos sobre todo luego de 1972 cuando Santucho es refugiado en Cuba después de la fuga de Rawson, en términos políticos son las conclusiones de Guevara las que toman de esa experiencia. No obstante, el PRT consideraba al castrismo como una unidad con el guevarismo, y los reconocía como la dirección a escala continental. Esta unificación del castrismo y el guevarismo para nosotrxs es incorrecta y ha quedado demostrada por la historia posterior[6].
Pero, a su vez, fueron críticxs explícitxs del foquismo dentro del guevarismo. El Che, en su vocación internacionalista, quiso llevar adelante la emulación de la estrategia de guerrillas de Cuba a otras regiones, como África o Bolivia. La discusión del PRT con esta forma de propagar la revolución socialista se asentó en la necesidad del Partido Revolucionario. Es decir que la desviación foquista, sobre todo formalizada por Debray y que el Che práctica en el Congo y Bolivia, es discutida desde el Leninismo por el PRT.
Este es el cuadro de influencias que toma el PRT para desarrollar una nueva síntesis marxista en base a la realidad de la lucha de clases real en el mundo, en el marco de una Etapa Revolucionaria. La complejidad de la sistematización de estos aportes nos obliga a un estudio profundo de esta organización, superando los dogmas que creen que el marxismo es la repetición mecánica de una serie de fórmulas o la aplicación de máximas escritas por tal o cual revolucionarix.
Cada revolución proletaria ha dado síntesis específicas del marxismo. El marxismo es una teoría política viva que sirve para la acción. El Leninismo y el Trotskismo (Revolución Rusa), el Maoísmo (Revolución China), el Guevarismo (Revolución Cubana), aportes de Giap (Revolución Vietnamita) son fruto de determinadas intervenciones revolucionarias en determinados contextos. El PRT buscó en cada una de ellas los mejores elementos para entender la revolución y la estrategia a desarrollar para la toma del poder y la instauración de una dictadura proletaria en el momento y en el lugar donde tenía que intervenir.
La integralidad de esta concepción llevó al PRT a formular su estrategia de poder para la Argentina como una revolución socialista, dirigida por el proletariado, con su partido revolucionario de cuadros a la cabeza, en el marco de una guerra revolucionaria popular y prolongada.
[1] Esta discusión central, Lenin la plantea contra el sector que dirigía al bolchevismo en 1917 y que estaba llevando adelante la hipótesis de revolución democrática sin tareas socialistas.
[2] La polémica por la salida del PRT de la Cuarta Internacional es sumamente interesante y sugerimos la lectura de las cartas de intercambio entre ambas organizaciones. En las posiciones de la IV hay señalamientos políticos certeros hacia el PRT, a tener en cuenta para analizar también a otras de las organizaciones de la corriente como la Fracción Roja del PRT. Asimismo, también son interesantes los debates que el PRT plantea hacia los partidos integrantes de la IV, en términos de composición, intervención política y desarrollo. Más allá de la ruptura y el balance que se pueda hacer de la misma, la salida del PRT de la Cuarta no implicó un abandono de las tesis centrales del Trotskismo dentro del Partido.
[3] “La insurrección de Octubre y la ‘legalidad’ soviética”, Lecciones de Octubre, 1924, L. Trotsky.
[4] Recordemos aquí las Tesis de abril de Lenin, la Teoría de la revolución permanente. Recordemos también que la dirección de esta revolución es el nacionalismo revolucionario, que rápidamente se ve obligado a confrontar con el capitalismo o perecer como revolución.
[5] El contexto de la Guerra Fría es importante en este punto. La necesidad de resguardo del proceso forzó también la alianza con la URSS, dejando a esa revolución a merced de la política del estalinismo. Sin embargo, la declaración de la Revolución Cubana como socialista fue un influjo de energía al conjunto de la militancia revolucionaria y a las masas en general.
[6] En Los Cheguevaristas, de Abel Bohoslavsky, se puede rastrear esa impronta guevarista desde los inicios del PRT.
Compartí en mi muro de facebook este interesante artículo del PRC porque aporta al conocimiento y el bagaje de nuestra historia. Pero al leerlo, advierto una mirada sesgada, unilateral, en clave apologética, del PRT. Compartí la militancia común con compañeros de ese partido en mis tempranos años de militancia en los 70. A todos ellos (todos «muertos en combate» ó desaparecidos) los recuerdo con mucho dolor y con mucho cariño. En la facultad de Medicina de Rosario actuaban mimetizados como «Movimiento Independiente de Medicina» (MIM), con una política ultraacadémica, sindicalista y anti agrupaciones políticas. Recuerdo que agruparon muchos compañeros así. Por mi relación con su máximo dirigente (el Tano Basile) fui a una reunión del MIM, como militante de la TERS-UJS, corriente estudiantil y juvenil de Política Obrera. Ahí plantée claramente mi crítica a los actos de venganza de aparatos sustituistas de la clase obrera. Era reciente el secuestro y asesinato de los delegados de la planta Miluz, Jorge Fischer y Miguel Angel Bufano. El PRT/ERP, como venganza a ese asesinato realizado por la triple A, «ajusticia» a un gerente de la fábrica. A renglón seguido, la triple A, secuestra y asesina a Segovia, ligado al PRT. Más allá de las palabras exactas (foquismo, terrorismo individual, guerrillerismo), destaco esta lógica de intervención como profundamente equivocada, con consecuencias nefastas para la maduración ideológica y política de la vanguardia, y también, para su vida. Luego de la reunión, en la que logré desenmascarar la postura despolitizada y estudiantilista del MIM, tuve una cita personal con el Tano Basile. Con la confianza de dos incipientes militantes aprendices de revolucionarios, le pregunté qué pretendían con este asunto del MIM, ellos, tanto guerrilleros y revolucionarios. Me dijo, con la sinceridad que lo caracterizaba, «RECLUTAR PARA LA LUCHA ARMADA». Un par de semanas después, el Diario La Capital de Rosario reporta la muerte en un «enfrentamiento armado» de «el Tano», en un punto de la zona sur, del cordón industrial de Ovidio Lagos. Fernando Gustavo Armas
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