Más allá de sus diferencias, todas las fuerzas políticas patronales se pavonearon por Wall Street prometiendo honrar la usura que significa la deuda. Sólo desde la izquierda planteamos otro rumbo: romper con el Fondo y usar la riqueza nacional para beneficio de las mayorías, lo único que nos puede sacar del pozo que nos cavaron Macri y los gobernadores.
La deuda externa que Macri dejará al próximo gobierno es altísima e impagable, deuda que contó con el aval de todos los gobernadores.
Desde Cambiemos nos dicen que estar y seguir con el FMI es lo mejor que nos pudo pasar y ratifican el rumbo.
Desde la oposición peronista en todas sus variantes nos dicen que no se puede romper con el FMI, pues un default nos hundiría en un descalabro económico espantoso.
Sin embargo, hay evidencias históricas recientes de que esto no fue así.
El país estuvo en default entre 2002 y 2006, desde que Rodríguez Saa anunció la cesación de pagos a los acreedores y hasta que N. Kirchner y Lavagna cancelaron deudas usurarias con el FMI, préstamos que así como habían venido se fugaron, tal como ocurre con la plata que pidió Macri.
En ese periodo que hablamos no hubo ninguna catástrofe, como algunos anuncian que ocurriría si se llevara a cabo el planteo de desconocer la deuda que hacemos desde la izquierda.
Lo que en verdad unos y otros esconden es su falta de voluntad política de romper con el imperialismo y sus organismos de sometimiento político, como el FMI.
Como fieles representantes de la burguesía -clase atada desde su origen por mil lazos con el mercado y dependiente de él-, no pueden ni quieren transitar consecuentemente una política de independencia económica, soberanía política y verdadera justicia social.
La burguesía argentina, históricamente, se ha desarrollado sobre la apropiación de la renta agraria primero y luego multimplantándose en todos los negocios, incluído el negocio de la deuda y las privatizaciones, que nos lleva de crisis en crisis.
Y los gobiernos toman deudas que luego otro pagan, aunque en verdad quienes pagamos sus negociados en consecuencias sociales somos las y los trabajadores.
Es necesario un Estado Obrero que rompa con la dependencia, con sus organismos, y que vuelque íntegramente toda la riqueza en beneficio de la mayoría.