3 de septiembre de 1938: se funda la IV Internacional

El 3 de septiembre de 1938, en la ciudad de París, se reunieron veinticinco delegadxs de once países y llevaron adelante la conferencia fundacional de la IV Internacional.

Bajo la dirección política de León Trotsky, quien por razones de seguridad no fue parte de la conferencia, y en circunstancias de total clandestinidad (varias secciones no pudieron concurrir por estas razones), se daba concreción a lo que, según el punto de vista del viejo bolchevique, fue la tarea más importante que tuvo como militante revolucionario.

León Trotsky, presidente del soviet de Petrogrado en la revolución de 1905, teórico de la revolución permanente, de nuevo presidente del Consejo de obreros y soldados en Petrogrado durante la revolución de 1917, organizador de la insurrección armada que en octubre puso en marcha el primer Estado obrero en el mundo, máximo dirigente de la Tercera Internacional comunista junto a Lenin y organizador del primer ejército de obreros y campesinos -el Ejército Rojo- había llegado a la conclusión, luego de la derrota del proletariado alemán a manos del fascismo en 1933, de que había que crear un nuevo partido revolucionario mundial.

Las derrotas del proletariado en los procesos revolucionarios en distintas partes del mundo, luego de finalizada la Primera Guerra Mundial y tras la muerte de Lenin (1924), llevarán a cambiar la orientación en las políticas internacionales de la Tercera Internacional. Al igual que en Moscú, ya no se trataba de organizar la revolución mundial levantado las banderas del internacionalismo proletario y la independencia política de la clase obrera, sino de construir el socialismo y el comunismo dentro de las fronteras nacionales -algo imposible-, y en el plano internacional la alianza con sectores “progresistas” de la burguesía y la política de las etapas.

Este proceso de burocratización que se dio en la URSS también será la línea que adoptarán todos los partidos comunistas (PC) a nivel mundial, llevando al proletariado a derrotas históricas, tal como sucedió en España entre tantos otros casos.

León Trotsky, durante todo el proceso anterior y posterior al afianzamiento del fascismo en Alemania, intentó sin éxito orientar con políticas concretas a los comunistas alemanes para desenmascarar las traiciones constantes de sus direcciones, que vacilaban y dejaban avanzar al fascismo. Trató además de discutir las orientaciones como oposición dentro del PC alemán a través de su pequeño grupo “los bolcheviques-leninistas”. Sólo después de la “tragedia del proletariado alemán”, derrotado sin combatir, Trotsky sacaría la conclusión de que era necesario crear una nueva internacional comunista.

El entronizamiento del Stalinismo, convertido ya en una barrera contrarrevolucionaria, hacía imposible cambiar el rumbo de la III Internacional. Y al igual que su surgimiento contra la bancarrota de la II Internacional, era necesario dotar a la vanguardia obrera de una nueva Internacional revolucionaria. Diría Trotsky como conclusión ante el ascenso de Hitler al poder: “Pero antes de que el proletariado pueda realizar grandes tareas, debe hacer el balance del pasado. Su fórmula más general es: los viejos partidos han sucumbido. Una pequeña minoría de obreros ya dice: es necesario preparar un nuevo partido. La repugnante debilidad de la socialdemocracia y la irresponsabilidad criminal del seudobolchevismo oficial arderán en la llama de la lucha. Los señores nazis han hablado de una raza de guerreros. Sonará la hora en que el fascismo chocará con una raza invencible de luchadores revolucionarios”[1]

Al igual que lo hiciera cuando organizó la Oposición de Izquierda al interior del PC en la URSS, la creación de una nueva internacional respondía a la necesidad de mantener en alto las banderas revolucionarias del Marxismo-Leninismo pisoteadas y traicionadas por el Stalinismo.

Hoy, como consecuencia de la derrota estratégica que sufrieramos como clase a manos de la burguesía en los ‘70, se pone nuevamente en evidencia la falta de una dirección revolucionaria a nivel mundial, que organice y centralice, ante una nueva crisis mundial del capitalismo, los esfuerzos militantes con un rumbo y un horizonte concreto: la revolución socialista.

A continuación compartimos un discurso de Trotsky reflexionando sobre la fundación de la IV internacional y su papel histórico.

La fundación de la Cuarta Internacional[2]

18 de octubre de 1938

Espero que esta vez les llegue mi voz y poder así participar en esta doble celebración de ustedes. Ambos acontecimientos, el décimo aniversario de nuestra organización norteamericana y el congreso de fundación de la Cuarta Internacional, son incomparablemente más dignos de la atención de los obreros que las gesticulaciones belicosas de los jefes totalitarios, las intrigas diplomáticas o los congresos pacifistas.

Los dos hechos pasarán a ser importantes hitos históricos.

Es necesario hacer notar que el surgimiento del grupo norteamericano de bolcheviques leninistas, debido a la valiente iniciativa de los camaradas Cannon, Shachtman y Abern, no fue un hecho aislado. Coincidió aproximadamente con el comienzo del trabajo internacional sistemático de la Oposición de Izquierda. Es cierto que la Oposición de Izquierda surgió en Rusia en 1923, pero la tarea regular a escala internacional comenzó con el Sexto Congreso de la Cominten.

Sin que mediara un encuentro personal entre nosotros, llegamos a un acuerdo con los pioneros norteamericanos de la Cuarta Internacional, ante todo, sobre la crítica al programa de la Internacional Comunista. Y en 1928 comenzó el trabajo colectivo que después de diez años llevó a la elaboración del programa que recientemente adoptó nuestra conferencia internacional. Tenemos derecho a afirmar que en esta década fuimos persistentes, pacientes y honestos. Los bolcheviques leninistas, los pioneros internacionales, nuestros camaradas de todo el mundo, buscaban el camino de la revolución, como genuinos marxistas, no en sus sentimientos y deseos sino en el análisis de la marcha objetiva de los acontecimientos. Sobre todo nos guiaba la preocupación de no engañar a los demás ni a nosotros mismos. Investigamos seria y honestamente y encontramos algunas cosas importantes. Los hechos confirmaron tanto nuestros análisis como nuestros pronósticos. Nadie puede negarlo. Ahora es necesario permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestro programa. No es fácil. Las tareas son tremendas, los enemigos innumerables. Sólo tenemos derecho a dedicar tiempo y atención a la celebración de este aniversario en la medida en que las experiencias pasadas nos sirvan para prepararnos para el futuro.

Queridos amigos, no somos un partido igual a los demás. No ambicionamos solamente tener más afiliados, más periódicos, más dinero, más diputados. Todo eso hace falta, pero no es más que un medio. Nuestro objetivo es la total liberación, material y espiritual, de los trabajadores y de los explotados por medio de la revolución socialista. Si no la hacemos nosotros, nadie la preparará ni la dirigirá. Las viejas internacionales -la Segunda, la Tercera, la de Amsterdam, y podemos agregar también el Buró de Londres- están completamente podridas.

Los grandes acontecimientos que se ciernen sobre la humanidad no dejarán piedra sobre piedra de estas organizaciones que se sobreviven. Sólo la Cuarta Internacional mira con confianza el futuro. ¡Es el partido mundial de la revolución socialista! Nunca hubo un objetivo más importante. Sobre cada uno de nosotros cae una tremenda responsabilidad histórica.

El partido nos exige una entrega total y completa. Que los filisteos sigan buscando su individualidad en el vacío; para un revolucionario darse enteramente al partido significa encontrarse.

Sí, nuestro partido nos toma por entero. Pero en compensación nos da la mayor de las felicidades, la conciencia de participar en la construcción de un futuro mejor, de llevar sobre nuestras espaldas una partícula del destino de la humanidad y de no vivir en vano.

La fidelidad a la causa de los trabajadores nos exige la mayor devoción hacia nuestro partido internacional. El partido, por supuesto, también puede equivocarse. Con el esfuerzo común corregiremos los errores. Se pueden infiltrar en sus filas elementos poco valiosos. Con el esfuerzo común los eliminaremos. Las miles de personas que entren mañana a sus filas probablemente carezcan de la educación necesaria. Con el esfuerzo común elevaremos su nivel revolucionario. Pero nunca olvidaremos que nuestro partido es ahora la mayor palanca de la historia. Alejados de esta palanca, cada uno de nosotros no es nada. Con esta palanca en las manos, somos todo.

No somos un partido como los demás. No en vano la reacción imperialista nos persigue furiosamente. La camarilla bonapartista de Moscú la provee de asesinos a sueldo. Nuestra joven Internacional ya tiene muchas víctimas. En la Unión Soviética se cuentan por miles. En España por docenas. En otros países por unidades. En este momento los recordamos a todos con gratitud y amor. Sus espíritus continúan la lucha entre nosotros.

Los verdugos, llevados por su estupidez y su cinismo, creen posible atemorizarnos. ¡Se equivocan! Los golpes nos hacen más fuertes. La bestial política de Stalin no es más que una política desesperada. Pueden matar a algunos soldados de nuestro ejército, pero no atemorizarlos. Amigos, repitamos nuevamente en este día de celebración: no nos pueden atemorizar.

La camarilla del Kremlin necesitó diez años para estrangular al Partido Bolchevique y transformar al primer Estado obrero en una siniestra caricatura. La Tercera Internacional necesitó diez años para abandonar su propio programa y convertirse en un cadáver maloliente. ¡Diez años! ¡Sólo diez años! Permítanme terminar con una predicción: durante los próximos diez años el programa de la Cuarta Internacional se transformará en la guía de millones de personas y estos millones de revolucionarios sabrán cómo dar vuelta al cielo y la tierra.

¡Viva el Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos!

¡Viva la Cuarta Internacional!


[1]  ¿Cuánto tiempo puede durar Hitler? León Trotsky, 22 de junio de 1933.

[2] La Fundación de la Cuarta Internacional. Socialist Appeal, 5 de noviembre de 1938. El 18 de octubre de 1938 Trotsky grabó un discurso en el que evaluó la Conferencia de Fundación de la Cuarta Internacional; la grabación se pasó en una reunión masiva en Nueva York, realizada diez días después para celebrar el acontecimiento y el décimo aniversario del movimiento trotskista norteamericano.

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