Una gran paliza recibió el gobierno en las PASO de agosto. Casi el 70% del electorado le ha dicho no. Cambiemos ha entrado en franca descomposición y el golpe a Macri en octubre será mayor.
Es que desde el día uno atacó a la clase trabajadora ocupada, desocupada y pasiva. Deja la industria muy golpeada, millones de personas afectada por despidos, suspensiones, pobreza e indigencia, altas tarifas, deudas, informalidad laboral, magros salarios. Y un país atado al FMI, muy endeudado, con millones de dólares fugados, alta inflación y en default.

El resultado electoral debe leerse como un voto contra las políticas de ajuste, canalizado principalmente a través de la fórmula F-F, pero no como un triunfo popular.
¿Por qué? Ocurre que en las listas del Frente de Todos hay probados ajustadores como los gobernadores, que acompañaron a Cambiemos y le aportaron los votos para aprobar la ley de recorte al haber jubilatorio –y estaban dispuestos a ir también por la reforma laboral. Hay cómplices de Macri como el Massismo o las cúpulas de las centrales sindicales. Y también los hay antiderechos como Manzur de Tucumán, que le niega a las mujeres y personas con capacidad de gestar el derecho a elegir por medio del aborto legal, seguro y gratuito.
Ante esta situación, sacarnos definitivamente de encima a Macri y terminar con sus políticas de ajuste es sólo una de las tareas por delante que tenemos las y los trabajadores.
La otra, muy necesaria y urgente, es seguir irrumpiendo en unidad en la escena nacional con una agenda propia de reclamos que busque condicionar la transición y disputar la orientación del proceso social abierto. De lo contrario, el capital impondrá sus condicionamientos.
Todo esto en la perspectiva de que nuestra clase construya poder y avance en la lucha por medidas de fondo y sea gobierno del país, con un proyecto político, económico y social revolucionario y para la mayoría: el socialismo.