Elecciones 2019: Tras las elecciones, esperar es perder

El Frente de Todos se ha impuesto en las elecciones generales. Por otro lado, fue derrotado Juntos por el Cambio pero se ha erigido un espacio político de derecha con la remontada de votos tras el “Sí, se puede”. El bipartidismo en Argentina parece haberse consolidado en el país, mientras la crisis económica y el ajuste exigido por las patronales sigue firme. En este marco, esperar es seguir perdiendo.

Triunfo electoral del Peronismo y de las instituciones

Finalmente se develó el resultado electoral con unos números provisorios, que confirman en gran parte las tendencias que se habían ya expresado en las PASO, aunque con algunas diferencias.

El triunfo del Peronismo es categórico. Sin embargo el crecimiento de votantes del macrismo fue enorme, consolidando un espacio político de derecha en el escenario político nacional. Según las cifras, Macri habría recibido casi 2.400.000 votos más que en las PASO, a lo que debemos sumar los 800.000 sufragios que recibieron Gómez Centurión y Luis Espert.

El sueño de las patronales parece resurgir y su régimen político aparece fortalecido. Luego de la crisis institucional del 2001-2, expresada en la consigna “que se vayan todos”, la clase dominante ha logrado reconstruir la legitimidad institucional de las elecciones y la dinámica bipartidista.

Al menos esa es la foto actual. Por un lado, en esta elección, la cantidad de personas que fueron a votar superó el 80% del padrón electoral. Por otro lado, tenemos el proceso centrípeto, en el que la mayoría de las fuerzas políticas abonaron a uno de los dos grandes frentes: ambas fuerzas suman 23 millones de votos de los 26 millones emitidos.

Desde el 2001 hasta la fecha la clase dominante ha intentado restablecer la dinámica bipartidista como un símbolo de estabilidad y como una estructura de desviación del conflicto real que ocurre en la sociedad.

Una falsa antinomia

La sociedad capitalista está estructurada sobre la base de la explotación de la clase trabajadora, donde una minoría acumula privadamente lo que la mayoría produce colectivamente día a día.

En este marco, las distintas fracciones de la clase dominante intentan en forma permanente ocultar esta característica, y presentarla en formas de antinomias políticas –que aparecen como irreconciliables pero no lo son-, que en los hechos no resuelven la contradicción de fondo.

En Argentina –pero también en otros países-, la antinomia entre peronismo y antiperonismo, entre neoliberalismo y progresismo, funciona como una fuerza centrípeta, absorbiendo todas las expresiones posibles.

En efecto: a lo largo de este tiempo hemos visto cómo una enorme cantidad de fuerzas políticas que se reclamaban de izquierda o revolucionarias han ido aceptando el mando integral del peronismo, aportando volumen a ese frente que hoy comanda Alberto Fernández y que se propone un programa de administración de la crisis sin romper con el FMI y sin afectar los grandes intereses de la minoría que acumula la riqueza.

Así, pese a la derrota del macrismo, el neoliberalismo no ha sido derrotado ni está muerto –como no murió durante los 12 años de gobierno K- pues el neoliberialismo es sencillamente la forma que asume el capital en este periodo histórico: el neoliberalismo es el capitalismo.

La derrota del Macrismo y las expectativas

Entendemos las expectativas que millones de compañeros y compañeras han depositado en el Frete de Todos. El gobierno de Macri ha significado un duro ajuste sobre nuestras condiciones de vida en todos los aspectos.

Durante 2017 este ajuste fue enfrentado en una innumerable cantidad de acciones de la clase, que logró desbordar por momentos a la conducción peronista que llevó adelante una tregua criminal –cuando no, un claro apoyo- con el gobierno del ajuste.

La alegría y las expectativas que produce ver derrotado al gobierno de “chetos” no deben cegar datos importantes de la realidad.

En primer lugar, toda la casta política, tanto la Peronista como la de Cambiemos, son personas que viven en otra realidad totalmente diferente a la de la clase laburante, por lo tanto sus intereses están en función de proteger sus privilegios como casta.

En segundo lugar, el peronismo triunfante es representante de los intereses de un sector de la burguesía. Y la burguesía, aunque mude de bando político, mantiene firme la presión por la agenda flexibilizadora: reforma laboral, previsional y tributaria. Es decir que el propio Frente de Todos es parte del problema, no de la solución. Sólo como muestra de este punto alcanza ver cómo el macrismo con minoría en el congreso sancionó las leyes de ajuste con los votos de diputados y senadores del peronismo y del massismo.

En tercer lugar, el compromiso del Frente de Todos en renegociar la deuda externa con los acreedores privados y con el FMI implica en los hechos que la política económica del país va a seguir bajo la tutela del organismo durante varios años. De esta forma se garantizan los mecanismos de expoliación que el imperialismo aplica sobre el país.

En cuarto lugar, el juego del bipartidismo deja trazado el camino para una alternancia en el poder entre el macrismo y el peronismo, que funcione como un acuerdo político nacional que garantice las condiciones de gobernabilidad. Esto es en los hechos un acuerdo contra la clase trabajadora, que sigue siendo convidada de piedra en esta democracia que sólo beneficia a los dueños de los campos, las fábricas y los bancos.

La crisis económica. Esperar es perder

Mientras el circo electoral transcurría, el gobierno volvió a reforzar el cepo cambiario, reconociendo en los hechos que el país se encuentra virtualmente quebrado.

El problema de todas las medidas económicas que se vienen tomando es que sólo sirven para que los beneficiados con la crisis se sigan beneficiando: con la timba financiera, con los despidos y la baja de salarios que provoca la inflación y la desocupación, el empeoramiento de las condiciones laborales.

Durante los últimos meses hemos sufrido una nueva embestida inflacionaria, se multiplicaron los cierres de fábricas, dejando nuestras condiciones de vida cada vez peor.

En este contexto, no nos pueden seguir pidiendo que esperemos más tiempo. El peronismo ha insistido en que esperar era resistir, pero lo cierto es que esperar es perder.

El conjunto del movimiento obrero, piquetero, de mujeres y disidencias, estudiantil debe salir a la calle, tomando los ejemplos de Ecuador y Chile para cambiar la relación de fuerzas e imponer un plan de medidas que hagan pagar la crisis a los capitalistas, que son quienes generaron esta crisis y se beneficiaron de ella, mientras el grueso ha quedado sumido en la pobreza, en la indigencia y en la desocupación.

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