Crisis mundial y movimientos de masas

En varios puntos del planeta asistimos a grandes movimientos de masas resistiendo la avanzada del capital, muchas veces frenando paquetes o medidas de ajuste, otras generando grandes movimientos insurreccionales y situaciones revolucionarias que ponen en jaque a gobiernos de distinto signo político. Sin embargo, pese a su capacidad de negación, la clase trabajadora no logra afirmarse políticamente como sujeto de un proyecto revolucionario que inaugure un nuevo orden social. El desarrollo de partido revolucionario se impone como una gran necesidad de la clase.

Imágen: Frente Fotográfico


Avanzada del capital y resistencias

Estos últimos meses se están produciendo acontecimientos muy significativos en el mundo.
Por un lado, la crisis capitalista de sobreproducción que el sistema arrastra desde por lo menos 2008 y de la cual no logra reponerse lleva a los gobiernos de los diferentes países del mundo y de distinto signo político a imponer ajustes cada vez más duros al conjunto de la clase trabajadora y los sectores populares. Por otro lado, grandes movilizaciones de masas enfrentan la avanzada del capital, en varios casos con características insurreccionales, manifestando el gran poder de negación que tiene la clase trabajadora junto al campesinado, originarixs, estudiantes, movimientos feministas o ecologistas.
En estos grandes hechos de clases, que van de una punta del globo a otra, de Haití al Líbano, de Chile a Irak, de Ecuador a Francia o a Colombia, vemos una contradicción de hierro propia de la etapa que estamos viviendo: el capital empuja a la población a la miseria, a la flexibilización laboral, a la pérdida de derechos en general, y la clase trabajadora junto sus aliados enfrenta en la calle esa tendencia y busca frenar los planes de ajuste.
En muchas de estas revueltas masivas se ha logrado frenar medidas impopulares, detener planes de ajuste, poner en jaque a presidentes, o arrancar medidas paliativas. Ahí es donde vemos el poder de negación de la clase, su capacidad de decir basta, el así no va más.
La obstinación del capital por imponer sus condiciones de miseria a la mayoría de la población mundial lleva a los gobiernos de los diferentes países a enfrentar a la clase trabajadora y sus aliados con duras represiones, instalando regímenes de excepción con suspensión de derechos y garantías, con asesinatos masivos y detenciones arbitrarias, con desapariciones y ataques sexuales a las compañeras que se movilizan. En resumen, la obstinación del capital se traduce en planes de guerra y ocupación de sus propios países por parte de las fuerzas represivas, que desarrollan todas las tácticas propias de la guerra y del terrorismo de Estado.
Frente a la importante negación de la clase trabajadora, la clase capitalista se afirma como dictadura o como democracia militarizada. La única propuesta del capital es la miseria planificada de millones de personas y la sostienen mediante el despliegue de la fuerza bruta. A la falta de razón sigue la violencia explícita del Estado.

El capitalismo es un fracaso

Si prestamos atención a la producción mundial que genera año a año la economía capitalista, tranquilamente podemos concluir que sobran recursos para que la humanidad pueda vivir bien, con sus necesidades cubiertas, con tiempo de ocio y recreación, aportando al conjunto su trabajo. El tema del alimento en el caso de Argentina sirve para ilustrar nuestra afirmación sobre el cuadro general: en un país productor de alimentos, hay pobreza y hambre.
Sin embargo esto no ocurre, porque detrás de esa producción mundial, una minoría se apropia de todo lo producido y prefiere destruirlo a que sea consumido sin realizar sus ganancias privadas.
La ridiculez a la que ha llegado la sociedad capitalista se evidencia en los millones de personas que no acceden a un plato de comida, mientras se producen alimentos a escala planetaria que sobran. Se desperdician recursos en aparatos tecnológicos que tienen programado su vencimiento para incentivar un consumo superfluo mientras millones no tienen acceso a esas tecnologías. Se aumentan las jornadas laborales o se impulsan reformas jubilatorias a la baja mientras millones ni siquiera tienen un puesto de trabajo.
La dinámica capitalista actual nos lleva cada vez más a la miseria, mientras aumenta la producción mundial. La contradicción por lo tanto se hace evidente. Y es la contradicción entre capital y clase trabajadora la que se manifiesta en las luchas que estamos vivenciando.
La clase trabajadora niega, pero no afirma una salida propia
A esta crisis de la humanidad, que es la crisis del sistema capitalista, se le opone la enorme fuerza de la clase trabajadora y sus diferentes aliados.
Esa fuerza enorme, con la capacidad de negar en su acción la propia existencia del capital, paralizando países enteros por días, dejando sin poder a presidentes, enfrentando las fuerzas del orden que tratan de reconquistar el territorio perdido momentáneamente por el capital, esa fuerza de la clase trabajadora que niega la continuidad de su existencia como explotada no viene encontrando sin embargo una salida afirmativa.
Frena al enemigo muchas veces o los lleva a encrucijadas, pero no avanza con sus propias formas; desbarata planes de ajuste, pero no impone nuevas condiciones de producción que le aseguren que el ajuste no va a volver; voltea presidentes o los hace renunciar, pero nuevas elecciones hacen subir nuevos representantes que luego llevan adelante nuevos ajustes o recomponen el mismo sistema injusto que origina las protestas.
Esta es la enorme contradicción que tenemos en el movimiento de masas. Hemos aprendido a decir no, pero no sabemos aún decir por dónde seguir. Es la contradicción de no dejar gobernar pero tampoco asumir el gobierno.
Vayamos a Quito para ilustrar. Momentáneamente, el país paralizado, las barricadas enfrentando al ejército y a la policía, el estado de sitio no logra romper la movilizacion de originarixs, trabajadorxs y estudiantes. El decreto del Paquetazo de Moreno se vuelve para atrás, pero lxs insurrectxs no deciden continuar hasta imponer la ruptura con el FMI, hasta el desconocimiento de la deuda externa, hasta voltear la flexibilización laboral, hasta gobernarse a sí mismos sin los parásitos de la casta política ecuatoriana y las patronales. No hay en el movimiento una perspectiva de poder revolucionario.

De ahí viajamos a Santiago de Chile. El movimiento es extraordinariamente masivo y se mantiene, se cae el aumento, el gobierno retrocede con el estado de excepción, Piñera anuncia medidas paliativas, pero el movimiento sigue y crece. Por ahora, no se afirma en una perspectiva de poder, aunque ha comenzado a desarrollarse los cabildos vecinales para que la clase trabajadora delibere y busque su propuesta de poder y de gobierno. Tenemos enormes expectativas en el desarrollo de ese proceso, ya que la existencia de organismos netamente políticos de la clase trabajadora son parte de la construcción de la posibilidad de autogobernarse sin el capital; sin embargo, no se puede descartar la maniobra del capital y los partidos del régimen para encauzar el descontento social por vías institucionales.
Las diferentes corrientes revolucionarias seguimos siendo una minoría pequeña y con poca capacidad de incidencia. Esa es la gran debilidad de la clase trabajadora para afirmarse, la falta de un programa revolucionario y una estrategia que permita a las grandes insurrecciones obreras y populares afirmarse como poder obrero y popular con nuevas formas del ejercicio de la política, fuera de la lógica del Estado burgués, que impone una representación tergiversada que sirve al mantenimiento del orden establecido y al mantenimiento de los privilegios de una casta política que nada tiene que ver con el vivir del pueblo trabajador.

La necesidad del Partido Revolucionario Internacional y Nacional

Necesitamos más que nunca desarrollar el partido revolucionario internacional que pueda intervenir con autoridad en los procesos insurreccionales que se viven y que vendrán. Un partido que pueda en su acción orientar a los movimientos de masas en sus tareas infinitas, desde el programa de gobierno hasta el pertrechamiento contra las fuerzas represivas.
Pues mientras en cada insurrección nos ataquen y sigamos creyendo que la movilización pacífica o masiva es la forma de que no nos repriman, estaremos haciendo las cosas a medias. El capital se viste de milico cuando ya no nos callamos; a eso hay que enfrentarlo con los métodos adecuados. Las piedras sirven para defendernos, pero tenemos que pensar en cómo ganarles.
La clase lucha y no espera al desarrollo del partido revolucionario, pero cada situación revolucionaria o prerevolucionaria que la burguesía logra dominar genera nuevas frustraciones y nuevos “proyectos reformistas”, que a fin de cuentas sólo logran mantener la situación tranquila por algunos años hasta que la nueva crisis abre paso a nuevos ajustes y al resurgimiento masivo del movimiento de lucha. Estos períodos no son gratis: también generan domesticación de los movimientos, adaptaciones al régimen burgués, integración a la gestión de gobierno.
La construcción del partido revolucionario es una necesidad ineludible para lograr destrabar la contradicción de la clase, lograr que su poder de negación se convierta en poder de afirmación de una nueva sociedad, una sociedad socialista, donde la producción y la riqueza estén en función de las necesidades sociales y del desarrollo y provecho de la mayoría, exactamente lo contrario al capitalismo, donde las personas están en función de las necesidades de la producción y la acumulación de ganancias de unos pocos y millones viven en la miseria más absoluta.
En este sentido entendemos que ante la situación planteada en chile, es necesario desarrollar un frente único revolucionario entre las organizaciones trotskistas y guevaristas junto a todxs lxs revolucionarixs para avanzar en la construcción del partido revolucionario de lxs trabajadoxs, logrando que lxs cuadrxs que surgen del movimiento puedan implicarse el desarrollo de una estrategia de poder para que la clase trabajadora se pueda gobernar a sí misma.

El Partido por la Revolución y el Comunismo – PRC intenta ser un aporte a la construcción del partido revolucionario que precisa la clase trabajadora para vencer definitivamente sobre el capital. Nuestra militancia todos los días está orientada con este objetivo central.

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