Después de la insurrección popular de octubre en Ecuador durante once días que consiguió voltear el decreto 883, más una mesa de diálogo entre el gobierno con la CONAIE y otros sectores campesinos y sindicales, los niveles de movilización han cesado, pero no los planes de ajuste del FMI y de Lenin Moreno.

Lucha popular y derogación del Decreto 883
Después de la rebelión popular en Ecuador que se transformó en una insurrección durante once días y que terminó con la marcha atrás del Decreto 883, anunciado por el presidente Lenin Moreno el 1 de octubre, más una mesa de diálogo con la CONAIE y sectores sindicales, podemos sacar algunas conclusiones.
Este decreto planteaba centralmente la quita del subsidio a los combustibles y derechos a lxs trabajadorxs estatales. Estas medidas eran parte del acuerdo con el FMI para que desembolsen 4.209 millones de dólares, vitales para una economía en crisis, con un déficit igual al 47% del PBI.
El principal objetivo: reducir el gasto público para aumentar la recaudación. Pero también someter aún más a Ecuador a las directivas del imperialismo estadounidense -y otras potencias- que actúa por medio del FMI.
Esta quita de subsidios es uno más de los tantos requerimientos del FMI y la burguesía ecuatoriana para seguir explotando y saqueando y así aumentar sus ganancias.
Horas después del anuncio, el pueblo trabajador hizo clara su consigna en las calles: “abajo el paquetazo”. La derogación del decreto debe leerse como un triunfo del pueblo trabajador.
Una negociación con sabor amargo
Como suele ocurrir en estas crisis, los gobiernos ”democráticos” responden con represión, movilizando a las fuerzas del orden y tomando medidas de guerra contra su propio pueblo. Dejan así al desnudo su verdadera esencia de clase, su razón de ser, que es defender los intereses de la clase capitalista.
Allí radica el problema de confiar en que el Estado capitalista en manos de gobiernos reformistas pueda dar soluciones de fondo a las masas. Cuando las condiciones económicas cambian, el Estado capitalista y sus gobiernos toman siempre el camino de salvar al capital.
Luego de once días de lucha insurreccional en las calles -que incluyó tomas de edificios públicos, asambleas, enfrentamientos, cortes de calle, tomas de pozos de petróleo, detenciones a miembros de las fuerzas represivas, rebeliones dentro de las mismas fuerzas, con un saldo de 10 muertos y cientos de heridxs y detenidxs- y la agudización de la crisis social, Moreno se vio obligado a dar marcha atrás.
El domingo 13, en un reunión mediada por la ONU, finalmente se realizó entonces un acuerdo donde se eliminó el decreto 883.
Pero, a su vez, a instancias del gobierno se creó una comisión para elaborar uno nuevo, consensuado, con el objetivo de abrochar a las organizaciones de lxs trabajadorxs en los planes de ajuste del gobierno.
Esta maniobra logró poner fin por ahora a las movilIzaciones y se coronó con un llamado general a instaurar la paz.
El objetivo de mayor explotación y saqueo impulsado por el FMI y la clase capitalista sigue vigente. Por eso las promesas en boca de un presidente alineado 100% con Estados Unidos son papel mojado.
El decreto se frenó pero también la movilización, dándole oxígeno al gobierno. Por la elevada disponibilidad de lucha y lo profundo de la crisis, lo obtenido deja sabor a poco.
Los límites de la organización sectorial
Sin desmerecer la heroica lucha del pueblo ecuatoriano, debemos señalar los límites que supone la falta de unidad en la dirección política del movimiento.
La magnitud, poderío e historia de lucha de las organizaciones sociales indígenas – campesinas se contraponen con la falta de partidos políticos revolucionarios que puedan orientar estos procesos.
Las organizaciones campesinas, indígenas y sindicales bregan por sus intereses sectoriales, lo que los impulsa a luchar con firmeza.
Pero las organizaciones revolucionarias de Ecuador no tienen aún la capacidad y poder de impulsar con mayor fuerza la unidad entre los distintos sectores, y aportar una visión estratégica que oriente la lucha contra el capital en su conjunto y por la necesidad fundamental de que sea la clase obrera y sus aliados quienes gobiernen.
La situación sigue abierta
Aunque el momento más álgido de la lucha ha pasado, la situación en Ecuador sigue abierta.
La dinámica del capital en la actualidad sólo ofrece más miseria y precariedad a la población trabajadora. Moreno, los partidos de oposición, la burguesía y el FMI están estudiando distintas formas de implementar el mismo paquetazo.
La posibilidad de que haya un salto favorable a los intereses populares reside en que la clase trabajadora en su conjunto, las comunidades indígenas y el movimiento estudiantil avancen en desarrollar instancias de deliberación y unidad, donde crezca el poder obrero y popular con el objetivo de gestar un programa propio en beneficio de las mayorías para oponerle a las intenciones del imperialismo.