Pacto Social – V parte: Las fábricas contra el Pacto patronal burocrático del ’73

En el año 73’, el tercer gobierno peronista lanzaba el Pacto Social, un acuerdo que pretendía conciliar los intereses opuestos de trabajadorxs y patrones, enmascarando una trampa para frenar la lucha de la clase obrera, y que tenía como principal garante a la burocracia sindical dirigida por Rucci. En esta última nota desarrollaremos la estrategia que se dio la clase obrera para romper el cerco de la burocracia entreguista y, de esta manera, llevar adelante la lucha político sindical y política en beneficio de sus propios intereses.

Secuencia de imágenes del regreso, luego de 18 años de exilio, de Domingo Perón a Argentina en el que José Ignacio Rucci sostiene el paraguas para protegerlo de la lluvia. También se distinguen José Lopez Rega e Isabel. Foto: Domingo Zenteno 23 noviembre 1972

El rol de la burocracia sindical

En todos los países capitalistas, donde existen obrerxs y patrones, existe también la burocracia sindical. Esta casta particular (que no posee medios de producción y que tampoco trabaja) surge de las entrañas mismas de la clase trabajadora. 

Su principal arma consiste en el “aparato” sindical, cuyos fines no están puestos en la defensa de los intereses históricos de la clase obrera -a veces ni siquiera de los inmediatos- sino en asociarse a distintos sectores políticos patronales, a las patronales y muchas de las veces siendo ella misma parte de la patronal, con el objetivo de acrecentar sus privilegios como casta. 

Es decir, cumple un papel central para desviar la lucha económica y política de lxs trabajadorxs, detenerla y controlarla en beneficio de los intereses de la burguesía.

En nuestro país, el peso que adquiere a partir de la llegada del peronismo al poder (1945) fue crucial en toda la historia posterior de la lucha de clases. Desde ese momento, la “burocracia” pasó a ser un apéndice directo del aparato del Estado. 

Esta “estatización” estuvo -y está- directamente ligada a la necesidad de la burguesía de, por un lado, contener la lucha obrera, las movilizaciones y los reclamos, y por el otro, de negociar en mejores condiciones la dependencia con el imperialismo usando al movimiento obrero como furgón de cola. 

La burguesía necesitaba jugar una carta fuerte y ésta consistía en tener como aliado principal a la conducción del movimiento obrero. De esta manera, al mismo tiempo que la “burocracia” controlaba a las bases obreras, los burócratas eran controlados por la estatización de los sindicatos.

Tras la Fusiladora en el año ‘55, vendrán los sindicatos intervenidos, la época de la resistencia, el Vandorismo y nuevamente el Peronismo en el poder.

Con un auge de masas que no se detenía, el rol de la burocracia sindical resultó fundamental para garantizar el “Pacto Social” de Perón – Gelbard. Y es en este sentido que a fines de 1973 se aprobó en el Congreso de la Nación la “Ley de Asociaciones Profesionales”, que le daba poder absoluto a las cúpulas de la burocracia para cualquier tipo de negociación, en detrimento de las comisiones internas. Haciendo uso de esta herramienta es que en el mismo año ‘73 firmaron el Pacto a espaldas de lxs trabajadorxs, aun sabiendo, como dijo Rucci, que estaba firmando su sentencia de muerte. 

Lxs trabajadorxs, organizadxs desde cada fábrica y pese a la losa de la burocracia, lograrán romper el Pacto Social de ajuste en 1975.

Las coordinadoras Interfabriles

Ante la subordinación e inacción de la burocracia sindical, la clase trabajadora (que casi en su totalidad rechazaba el “Pacto Social”) irá configurando la manera de expresarse por sus propios medios y canales. Serán entonces las Coordinadoras Interfabriles, la forma concreta que tomará la organización independiente de la clase obrera para romper con el cerco de las patronales, su Estado y el de la burocracia sindical.

En la provincia de Buenos Aires estaban nucleadas en cuatro zonas (norte, sur, oeste y capital) y eran llevadas adelante por comisiones internas, cuerpos de delegadxs y agrupaciones combativas de diferentes tendencias políticas. Eran impulsoras de la democracia obrera en cada fábrica y, a través de los mandatos de base, iban resolviendo zonalmente el accionar mediante el método asambleario.

Con el ascenso obrero de mayo del ‘69, las luchas contra las diferentes dictaduras militares, y un tercer gobierno peronista -en crisis de principio a fin- la clase obrera buscará y pondrá en marcha, por primera vez en la historia de la lucha de clases a nivel nacional, un programa unitario de combate, representativo de sus propios intereses e independiente de las distintas fracciones de la burguesía, representadas por la burocracia sindical.

Las coordinadoras levantaban consignas que no eran sólo reivindicaciones económicas, sino también sindicales y políticas. Le exigían a la CGT y a sus respectivos gremios un plan de lucha que incluyera el paro general; reclamaban la renuncia de los dirigentes traidores que apoyaban las medidas del gobierno y la recuperación de la CGT para sus trabajadorxs; se pronunciaban en defensa de la libertad sindical y por la inmediata libertad de todos los presxs políticxs – sindicales; demandaban, además, la defensa de los acuerdos paritarios y un aumento para aquellos gremios que habían quedado postergados en la negociación. 

A estos reclamos se los acompañaba con la movilización obrera y el paro en los lugares de trabajo. Desde los diferentes puntos del Gran Buenos Aires marchaban contingentes obreros para exigirle la huelga general a la CGT y la renuncia de los principales ministros del ajuste, López Rega y Celestino Rodrigo. 

Trabajadorxs de diferentes sectores que tenían un peso estratégico en la producción industrial paralizaban los diferentes cordones productivos de la provincia. Un dato para ejemplificar: los metalúrgicos de la Multinacional Ford en Pacheco contaba con 8.000 obreros y eran uno de los principales actores en las coordinadoras.

Frente a este escenario, la burocracia sindical intentaba sin éxito que las bases obreras vuelvan a sus lugares de trabajo y desde allí organizar la “pelea” por la  homologación de los convenios colectivos de trabajo. Pero el estado de movilización e independencia que había logrado un sector importante de la clase obrera dificultaba los planes de la burocracia sindical, del gobierno y los de la burguesía.

Estos organismos de la clase, que contenían a diferentes sectores y tendencias dentro del movimiento obrero, tenían incipientes características de “doble poder”.

Hay que resaltar también que, frente al Pacto Social, no fue inmediata la respuesta obrera. Las coordinaciones y la capacidad de desbordar a la burocracia desde las bases llevó tiempo y se debió a un trabajo paciente y tesonero por abajo, silencioso, con avances y retrocesos, un trabajo que supo poner como centro la unidad de la clase por sobre cualquier intento mezquino de las diferentes tendencias que lo promovían y conformaban. 

El punto cúlmine se dio el 8 de julio de 1975, cuando por presión de las bases, la CGT y las 62 organizaciones junto con el gobierno lograron paritarias libres y un pliego de reivindicaciones obreras. La clase trabajadora había tirado abajo el Pacto Social. Dos largos y movidos años le había llevado a nuestra clase organizarse para hacerle frente al Pacto de hambre para las masas de Perón.

Las experiencias de las coordinadoras, como así también la del Villazo en el corazón industrial de Rosario, pusieron de manifiesto no sólo la crisis del tercer gobierno peronista y de la burocracia sindical sino también la potencialidad de la clase obrera como sujeto revolucionario.

Las bandas fascistas y el fin de las coordinadoras

El inicio del terrorismo de Estado por parte del gobierno “democrático” de Perón estuvo dado formalmente por la aparición de la triple A, cuyo accionar fue estrenado en Ezeiza, aunque ya había previo a eso bandas fascistas actuando contra elementos de la clase. Luego seguirán el Operativo Independencia en Tucumán, y los diferentes golpes de carácter fascista tanto en la gobernación de Córdoba como en la de Buenos Aires, impulsado desde el propio gobierno central.

Aun en este contexto represivo, la clase obrera siguió marcando el ritmo de la lucha de clases, acumulando fuerzas y experiencia que les permitieron elevarse como alternativa real para dirigir al conjunto de la sociedad.

No pudieron frenar la lucha obrera con la Ley de Asociaciones Profesionales, tampoco pudieron hacerlo con las reformas del Código Penal, entonces debieron utilizar abiertamente el terrorismo de Estado, asesinando y torturando a lxs dirigentes más importantes que iban destacándose al calor de los enfrentamientos contra las patronales y las burocracias.

El freno del auge del movimiento obrero se debió principalmente al uso de bandas fascistas por parte del Estado, garantizando así los intereses de clase que defiende, los de la burguesía. Esta política represiva, sumado al reflujo de las masas y de la decisión política de la burguesía de cortar de raíz el desarrollo de estas experiencias, dieron paso al golpe de Estado contrarrevolucionario de 1976 encabezado por Videla con el lamentable resultado de 30.000 compañerxs detenidxs – desaparecidxs.

Las coordinadoras hoy

Por los anuncios, todo indica que, tras años de crisis y estancamiento económico del país, el nuevo gobierno de lxs Fernández que asume el próximo 10 de diciembre planteará un nuevo “Pacto Social”.

Aunque con características diferentes a aquel de 1973, indudablemente persigue un objetivo claro: consolidar el golpazo macrista, seguir favoreciendo los intereses de la burguesía, y pedirnos a lxs trabajadorxs que hagamos un nuevo esfuerzo, es decir que sigamos siendo nosotrxs lxs que nos banquemos más ajuste y el empeoramiento de nuestras condiciones de vida, terriblemente vapuleadas durante estos últimos años.

En este marco, las cúpulas sindicales ya se alinean al nuevo gobierno y se alistan a firmar la paz social con quienes generaron la crisis y ganaron con ella. Por todo esto, es de primer orden fortalecer todas las instancias de unidad y coordinación que nos permita, con la máxima amplitud posible, aglutinar a quienes no quieran ser parte de la profundización del ajuste.

Al calor de distintos conflictos y representaciones reales de la clase, tanto en zona Sur, Norte y Caba, se pusieron en pie diferentes encuentros y coordinadoras, aún muy incipientes, pero que con la pretensión de representar una alternativa de lucha para todxs aquellxs sectores de la clase que van buscando un espacio concreto para organizarse en defensa de sus propios intereses y como alternativa a la burocracia sindical.

Deja un comentario