Matar para acumular

Femicidios, asesinatos laborales y gatillo fácil son la culminación de una política de explotación que planifica la muerte como mecanismo de dominación. El asesinato como regla de la sociedad capitalista se cruza así en estos tres índices que, no casualmente, son producidos por diferentes movimientos de lucha de la propia clase trabajadora.

David Ramallo, víctima del crimen patronal de Dota – Línea 60. Luciano Arruga, asesinado por la bonaerense. Fátima Acevedo, víctima de femicidio, el principal sospechoso es su ex al que había denunciado varias veces.

Capitalismo patriarcal

El sistema capitalista está organizado en función de la acumulación privada de ganancia. Como sabemos, para que una minoría pueda acumular riquezas, necesita organizar la explotación de las grandes mayorías.
Con ese objeto, las patronales han desarrollado mecanismos de control que van desde el Estado y sus fuerzas represivas, pasando por verdaderas dictaduras empresariales en los lugares de trabajo, hasta la confinación de las mujeres en el trabajo no pago y no reconocido del hogar.
La apropiación de riquezas se transforma en una permanente expoliación del trabajo de otras y otros que viven en la miseria. Una minoría entonces vive a costa del trabajo ajeno en todos los niveles.
Pero un orden así de injusto sólo se puede sostener aplicando un sistema de dominación, que, aunque no sea coordinado ni fruto de decisiones conscientes de una grupo de personas, tiene el efecto global de controlar nuestras vidas y someternos a esta realidad.
El femicidio como mecanismo de control y confinamiento de las mujeres al trabajo no pago, el gatillo fácil como mecanismo de control y confinamiento de las poblaciones más pobres y pauperizadas, los asesinatos laborales como clímax de la explotación en el trabajo asalariado, son la manifestación extrema de la injusticia del sistema y su barbarie.
Hablamos de un sistema social que, para garantizar la acumulación de una minoría, planifica la muerte de mujeres, trabajadores y trabajadoras, y pibas y pibes de barrio.

Una mujer asesinada por el patriarcado cada 29 horas en 2019

La violencia hacia las mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, es una constante en la sociedad capitalista. Las violencias son múltiples: desde las agresiones sexuales y las violaciones, hasta la desigualdad salarial, la mayor desocupación y la agresión física por parte de varones.
El femicidio como eslabón final de la violencia que la sociedad ejerce contra las mujeres confirma que es justamente nuestra sociedad capitalista y patriarcal la que asigna distintos roles de género, y donde se habilita a los varones desde pequeños la disposición del cuerpo de las mujeres.
Así, el origen de este sin fin de violencias (económicas, físicas, sexuales, psicológicas, simbólicas, etc.) que termina en el femicidio es justamente la necesidad de disciplinar a las mujeres, asignarle las tareas del hogar y de cuidados, retirarlas del espacio público y ponerlas a disposición de la reproducción social, produciendo así a la clase trabajadora.
Cabe destacar que cuando nuestras identidades o deseo sexual no se condice con éste régimen de acumulación hétero-cis-patriarcal que tiene como eje organizador la familia en su función productora/reproductora el sistema también descarga toda su violencia. Es así que tenemos una comunidad travesti/trans con 35 años de expectativa de vida, los transfemicidios, los travesticiodios, y todos los crímenes de odio a la disidencia sexual.
La violencia hacia las mujeres y disidencias sexuales se explica en una necesidad social, el trabajo de producción y reproducción de la clase trabajadora que se garantiza invisibilizando todo el trabajo que eso lleva.
De este modo, el destino de las personas asignadas con el género femenino al trabajo doméstico es parte del proceso de acumulación capitalista: convertir el trabajo reproductivo en un recurso natural que la sociedad explota y que las patronales acumulan en forma de ganancias.

Un asesinato laboral por las patronales cada 14 horas

El reciente informe anual del Espacio Basta de Asesinatos Laborales muestra el altísimo nivel de muertes en situación de trabajo que se producen en Argentina.
El escalofriante número de un trabajador o trabajadora muerto en «accidentes» laborales cada 14 horas nos obliga a considerar que no se trata de algo eventual y fortuito.
Detrás de esa estadística, se encuentra la desidia patronal que, en virtud de abaratar costos con el fin de acumular la mayor de las ganancias, pone a las y los trabajadores a realizar tareas sin condiciones adecuadas de seguridad e higiene.
La avidez de ganancia empresarial produce no sólo un asesinato laboral cada 14 horas. Además, simultáneamente nos enferman con diferentes afecciones según cada labor particular. La explotación capitalista así deja nuestras vidas a merced del azar.
El origen de esta violencia sobre las y los trabajadores está en la necesidad de las patronales de acumular ganancias a costa de aumentar ritmos de producción, sin invertir en maquinaria adecuada ni en condiciones de seguridad e higiene óptimas.
Es decir, los capitalistas contratan mano de obra descartable desde su concepción, no les importa la vida de las y los trabajadores ni sus condiciones de salud. Somos un coste más para ellos, el menor que puedan poner.

Un asesinato del Estado por gatillo fácil cada 21 horas


El gatillo fácil es una práctica permanente de las fuerzas represivas. Una piba o pibe asesinado por las fuerzas cada 21 horas tampoco puede ser un dato de excepcionalidad.
Al contrario, es una demostración de que la represión por parte de las fuerzas incluye el control poblacional mediante la violencia directa y abierta, desde los verdugueos policiales en los barrios hasta las golpizas, detenciones ilegales, torturas en comisarías y, finalmente, el gatillo fácil.
En una sociedad que en forma permanente muestra el consumo como medición de las personas, y que en forma simultánea deja a millones de pibes y pibas sin acceso a los bienes más básicos como alimentos, agua, ropa y vivienda, la violencia institucional contra las poblaciones por parte del Estado burgués se vuelve una herramienta de control.
La represión del Estado adopta la forma brutal del asesinato pues no ofrece una salida digna a las poblaciones más humildes. Aumento de pobreza, aumento de desocupación, disminución del poder adquisitivo, todo eso está en el origen del control social sobre las poblaciones y del gatillo fácil en particular.
El gatillo fácil y su escalofriante estadística trasciende a los gobiernos, está más allá de abrazar a los pañuelos blancos o a los Chocobar. Es una política de Estado para sostener la división en clases de la sociedad capitalista.

Un genocidio por goteo

Si ponemos en su lugar cada una de estas manifestaciones del capitalismo contemporáneo, podemos entender que, para beneficiar a una minoría social, a la clase capitalista -dueños de bancos, industrias, supermercados, campos-, las mayorías trabajadoras debemos padecer el asesinato permanente.
Podemos decir entonces que el capital practica un genocidio por goteo de mujeres y disidencias, trabajadorxs y pibxs de barrio, matando año a año miles de personas. Es un sistema social que se muestra en su barbarie absoluta y cuya lógica se sostiene pese a los cambios de gobierno.
Para enfrentar estas expresiones del capitalismo patriarcal es necesaria la organización del conjunto de la clase trabajadora, levantando un programa revolucionario para liquidar los privilegios de esa minoría social que se sostiene sobre la muerte cotidiana de miles.
Igual de necesario es comenzar un proceso de construcción socialista que nos permita generar las condiciones para que toda la producción social, todo el trabajo social, sea planificado en beneficio de las mayorías, sobre la guía de la dignidad humana y de la vida.

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