La producción de alimentos, insumos sanitarios y el transporte no pueden estar en manos del lucro patronal. Anteayer el gobierno decretó la cuarentena obligatoria, salvo excepciones. Esta medida que sirve para contener la circulación del virus tiene que ser analizada en varios sentidos.

En primer lugar, hay que desacoplar toda esta producción y los servicios esenciales de cualquier lógica de ganancia. Una de las alimenticias que abastece a Molinos Cañuelas, por ejemplo, está citando al personal para trabajar todo el fin de semana largo aprovechando así la cuarentena para imponer mayores ritmos de trabajo. Como venimos diciendo desde nuestra página, el problema no es sólo el virus sino el sistema capitalista. Es inadmisible que en medio de la crisis social lo que prime sea la ambición patronal (que no es otra cosa que la lógica propia de la acumulación de capital) que, en este caso, busque ampararse en la ambigua definición de «producción escencial» para aumentar la explotación de obreros y obreras. Más aún cuando no hay todavía indicios de desabastecimiento y cuando podrían abrir otro turno y contratar más empleadxs. En este mismo sentido, el cuerpo de delegados de la Línea 60 están reclamando el no cobro de boleto para los que se deben movilizar y medidas de protección para los choferes que, hasta el momento, el grupo Dota se niega a hacer cumplir.
En segundo lugar, la necesidad de esta cuarentena evidencia el deplorable estado del sistema de salud, que no puede hacer frente a una situación de emergencia. La falta de insumos crónica, la falta de camas para terapia intensiva y ambulatorio, la falta de condiciones de higiene crónica en el sistema público y las corporaciones de prepagas y sanatorios exigiendo retribución del gobierno por la emergencia sanitaria. Estás deficiencias ponen sobre la mesa la necesidad de un sistema centralizado, público, de acceso universal y gratuito. Las necesidades sanitarias de la población no pueden ser un negocio.
En tercer lugar, la imposición del control policial por parte del estado para garantizar la cuarentena es un problema mayúsculo. Con la excusa que un par de chetos se fueron a Pinamar buscan militarizar las ciudades. Esto sabemos cómo termina, los barrios populares, que son los que más carencias sufren serán los que más se vean afectados por estas medidas policiales. Mientras todos los medios del poder apelan a una responsabilidad individual de quedarse en casa, se invisibilidad la realidad del 40% de la población que vive al día, que changuea, que cartonea, que junta el mango como puede. La cantidad de pibes que salen de la escuela y van a limpiar vidrios a semáforos o venden cosas en la calle, no está contemplada en el ideal romántico de las «clases virtuales».
La cuarentena y la planificación de la economía
El Estado argentino es un Estado que, como cualquier Estado burgués, defiende los intereses de las patronales, es decir, de una minoría social que vive a costa de la explotación de millones. En este sentido, la cuarentena aparece como una oportunidad de negocio para ciertas empresas que nuevamente no aportan a las necesidades sino que operan en función de sus ganancias.
Solo la organización de la clase trabajadora puede imponer una lógica diferente, una lógica de producción en función de las necesidades sociales y no de las ganancias privadas. En este proceso, tenemos que organizar la solidaridad de clase, para que ningún barrio quede aislado y sin recursos, para que las fuerzas policiales no se adueñen de las calles y para que dejen de lucrar con nuestra salud.
La emergencia no se va a ir con un estado policial, ni con un discurso de guerra contra el enemigo invisible. De las tapas del ’82 de “estamos ganando” a las tapas del 2020 de “lo derrotamos entre todos” no hay una gran distancia.
Como clase debemos preparar nuestras fuerzas para enfrentar la realidad que se viene.
PRC, 21/03/2020.