De Chile a EEUU: Los paraísos se derrumban

Nadie en el mundo, nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores.
Assata Shakur, líder de las Panteras Negras Las revueltas populares derriban el sueño del paraíso capitalista. Desde los 90s machacan con el fin de la historia, el fin de la lucha de clases y la hegemonía plena de la ideología capitalista. Sin embargo, la lucha de clases existe, es un hecho verificable en la realidad y genera procesos de síntesis que se expresan en las revueltas populares contra la injusticia reinante, también en los llamados paraísos.

Estados Unidos y Chile y las revueltas populares

Los comentaristas de la realidad ven con sorpresa y estupor que dos de los países modelo del capitalismo mundial atraviesen procesos intensos de lucha. Se preguntan: ¿qué pasó? ¿De dónde sale tanta violencia?
Lo que los comentaristas no ven es dónde se anidan esas tendencias reales del movimiento popular. Ven sólo los detonantes y no las causas profundas, porque han caído presos de su propia ideología; han desestimado la lucha de clases como matriz de análisis de la sociedad y su dinámica.
El capitalismo es un sistema materialmente desigual, opresivo, basado en la explotación de la clase trabajadora por parte de una minoría capitalista que acumula riquezas en forma ostentosa y descarada.
Es así que la lucha cotidiana por seguir viviendo para millones y millones de personas es vivida en forma individual, sufriendo según el caso el racismo, la discriminación, la violencia machista, la falta de plata, la falta de trabajo, la falta de derechos básicos como la salud, la educación y otros servicios esenciales.
Este proceso social individualizado tiende a generar respuestas colectivas parciales. Organizaciones populares, sindicales, estudiantiles, feministas, sociales, políticas se van formando para dar respuestas defensivas, muchas veces sin un norte claro, casi como un acto reflejo, ante tanto agravio por parte de la sociedad capitalista.
El proceso de colectivización de los reclamos a veces trasciende lo sectorial y entonces genera grandes movimientos populares, revueltas, revoluciones. Esto no es ni más ni menos que el desarrollo de la lucha de clases. Es cuando comienza a identificarse al verdadero enemigo, a la clase capitalista y, si no se ataca al sistema en su conjunto, sí se lo hace contra alguno o algunos de sus pilares. Desde las respuestas individuales mínimas y de supervivencia hasta las respuestas organizadas que buscan romper la individualización a la que nos somete la sociedad capitalista y forjar respuestas colectivas a problemas colectivos.

Chile: no son 30 pesos, son 30 años

El estallido de la revuelta popular en Chile, desde el principio marcó que la lucha no era sólo por un aumento de 30 pesos en el subte. Eran 30 años de oprobio en el paraíso latinoamericano de los capitalistas lo que había detonado. Eran 30 años de una violencia cotidiana e invisible de la que ningún periodismo hablaba.
La revuelta popular colectivizó a las personas, las transformó en sujeto colectivo de antagonismo al Estado, los medios y los capitalistas.
El desarrollo de la revuelta popular en el país trasandino aún no ha dado un programa de la clase trabajadora, un programa que se proponga asumir el poder social en términos colectivos para convertir lo privado en social, es decir, atacar la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, ha barrido con el paraíso, ha roto la hegemonía burguesa generando la crisis política y social más grande de los últimos tiempos en Chile.
La dinámica de la lucha de clases desde el cotidiano hasta la revuelta fue generando procesos de síntesis que terminaron emergiendo como sujeto colectivo, potente, organizado.
Cada vez que emerge un sujeto colectivo organizado contra el poder del Estado y los capitalistas, aparece la represión y obviamente la autodefensa de masas. La violencia de los manifestantes que ven los comentaristas y los políticos no es más que el resultado del choque abierto entre fuerzas en lucha.
La organización de la violencia de masas, la expresión violenta de la revuelta popular es una necesidad, que debe ser organizada para amplificar su fuerza y derrotar al enemigo.
Pero, ¿quién es el enemigo? La sociedad capitalista, encarnada en su Estado, sus políticos, su red de medios de desinformación y los dueños de todo, los propios capitalistas.

Estados Unidos bajo estado de sitio

El asesinato de George Floyd por parte de la policía en forma brutal e impune generó una reacción popular primero de lxs negrxs y luego tomó la forma de sujeto colectivo, la forma de revuelta popular de masas.
El racismo en Estados Unidos es conocido y ancestral. Es una parte constitutiva de la dominación estadounidense. Los asesinatos de las fuerzas policiales a lxs negrxs son cotidianos, y se enfrentan como injusticias individuales.
La desocupación de 40 millones de estadounidenses a raíz del COVID-19 corona un largo proceso de pérdida de derechos laborales en el paraíso norteamericano. El paraíso de las patronales que pueden despedir a troche y moche.
Donald Trump, como expresión del ala más reaccionaria de la política norteamericana, empujó a EEUU a más de 100 mil muertes por COVID-19. Y no por casualidad esas muertes afectaron más a negrxs y latinxs que a lxs blancxs. Todo eso se acumula en una fuerza que hoy dice basta.
Estados Unidos es hoy el paraíso capitalista atacado por un sujeto colectivo hecho revuelta popular. Anidan en este proceso muchas luchas en la última década. Luchas silenciadas, invisibilizadas por los comentaristas que sorprendidos se preguntan: ¿por qué tanta violencia?
Los saqueos, los enfrentamientos con los “pigs”, policías, el Estado de sitio en el país de la supuesta libertad, el ingreso de militares a controlar la seguridad interior son parte de la lucha de clases en la dinámica de la revuelta popular.
La violencia de la revuelta es una necesaria respuesta al oprobio del Estado, de los medios de desinformación y de los dueños de todo, los que despiden a 40 millones de personas en sólo 1 mes, los capitalistas.
La lucha de la clase trabajadora
La clase trabajadora, en todas sus determinaciones, contiene todas las ansias de libertad. Desde las mujeres confinadas al trabajo no pago en los hogares hasta lxs precarizadxs por su color de piel, desde lxs obrerxs de fábricas hasta lxs que atienden comercios, desde lxs que sufren la violencia por su identidad de género u orientación sexual hasta lxs que son confinadxs en barrios sin derechos básicos, desde lxs desocupadxs hasta lxs que se desloman en campos para producir alimentos.
Por eso es tan importante que comencemos a tomar conciencia de que todas estas luchas existen y pueden ser reunidas en un proyecto político colectivo, que nunca hay que pararse en contra de quien reclama derechos, y que el enemigo de todxs es el mismo y no es otro que el sistema capitalista patriarcal.
Hoy más que nunca, en el medio de la crisis social, económica y sanitaria que estamos viviendo, debemos luchar por el socialismo.
Para eso es necesario poner en pie un partido revolucionario de trabajadorxs, que no es otra cosa que la síntesis política de esas luchas por parte de quienes asumen una perspectiva socialista y revolucionaria. Esta organización no surge espontáneamente ni solo es resultado posterior a los grandes estallidos sociales, sino que es parte de las revueltas populares, se nutre de ellas, sintentiza sus experiencias fundamentales y se convierte en dirección de esos procesos porque las masas en lucha reconocen en ella una verdadera referencia para la construcción de una nueva sociedad, una sociedad socialista. Sólo la derrota del conjunto de la sociedad capitalista puede dar una salida que contemple a toda la sociedad y todas sus demandas.
La clase trabajadora tiene el potencial de ser el sujeto colectivo que lleve a la revuelta popular a un estadio superior, la revolución socialista.
¡Fuera Trump! ¡Justicia por Floyd!
¡Abajo Piñera y el régimen político chileno!
¡Viva la lucha obrera y popular en todo el mundo!

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