El asesinato de George Floyd

Protestas populares en EEUU contra el racismo

El pasado 25 de mayo en Minneapolis, EEUU, el agente Derek Chauvin asesinó por asfixia mecánica a George Floyd a plena luz del día. Aunque los medios hablen de ‘abuso policial’ es bien sabido que el uso explícito de la violencia es un modus operandi de las fuerzas de seguridad. El hecho suscitó una indignación popular enorme que ya lleva varios días de protesta en el país.  

Fotos: La cuarta jornada de protestas en Estados Unidos por la ...

 

Un ‘modus operandi’ de las fuerzas represivas

George Floyd había sido detenido por una ‘supuesta estafa’: había tratado de pagar en un restaurante con 20 dólares falsos. En un país donde las empresas evaden al fisco por millones y millones de dólares, Floyd supuestamente intentó la estafa de pagar con 20 dólares falsos ¿Y si él no sabía que tenía dinero falso? ¿Se justifica el uso de la fuerza seguido de muerte por tal hecho delictivo?
Mucho menos se puede justificar como un “agente de la ley”, además de ser juez y verdugo, pudo seguir ejerciendo ese cargo luego de haber tenido múltiples quejas y denuncias en procedimientos previos donde participó.

El asesinato de Floyd por motivos raciales y de clase hizo estallar una bomba en un país que margina de derechos y oportunidades a la comunidad afroamericana, que compone casi el 16% de su población.
La violencia policial puesta en evidencia una vez más con el caso Floyd no debería sorprender a nadie, ya que los perfiles a los que apuntan los psicotécnicos del ingreso a las fuerzas de seguridad son mayoritariamente perfiles violentos y que acaten órdenes sin cuestionamientos.
Esto no es hecho aislado y se repite en el mundo. En Argentina, el caso más cercano en tiempo es el de Luis Espinoza, asesinado por 9 policías (entre ellos un comisario) de Tucuman, quienes además desaparecieron el cuerpo de Luis que apareció varios días después en un cantera en Catamarca. Estos 9 policías ya contaban con denuncias en su contra pero habían sido reubicados. Estos procedimientos de ‘limpieza’ también ocurren en la provincia de Capitanich, Chaco, donde la policía constantemente ataca a la comunidad Qom. De hecho, el 2 de junio se supo que un grupo de policías chaqueños entró violentamente a la casa de un barrio Qom en la localidad chaqueña de Fontana, atacó a sus habitantes con golpes de puño y palos y los patearon en la cabeza. Detuvieron a dos varones y a dos mujeres. A ellas, menores de edad, las abusaron sexualmente, las rociaron con alcohol y amenazaron con prenderlas fuego.

Queda evidenciado que los grupos o comunidades considerados ‘marginales’ por su pertenencia étnica, identidad de género o condición de clase son los blancos predilectos para el despliegue de la violencia de las fuerzas de seguridad
La inmediatez de la difusión de la información en las redes sociales permitió conocer el trágico final de George Floyd. Murió por ser negro, murió por vivir en una sociedad abiertamente racista e injusta con quienes menos tienen.
En los casi 9 minutos que dura el video se ve a Chauvin con su rodilla presionando el cuello de Floyd; éste exclamó varias veces que no podía respirar. De este modo, la expresión ‘I can’t breathe’ (No puedo respirar) encendió tanto la mecha de la bronca y revancha de tanto años de opresión que las manifestaciones y movilizaciones se dieron no sólo en todos los estados de EEUU sino también fuera, como en Canadá, Inglaterra, Brasil, Argentina, Alemania, entre otros, bajo el lema Black Lives Matter (Las vidas negras importan). Este movimiento que busca poner sobre la mesa que los asesinatos raciales son moneda corriente en Estados Unidos:   Breonna Taylor fue asesinada en su casa disparada a quemarropa por supuesta tenencia de drogas que, de hecho, no tenía. A Ahmaud Arbery le dispararon por la espalda mientras corría por deporte; el policia penso que habia robado. Eric Garner fue asesinado con el mismo mecanismo con que el mataron a George Floyd, el tambien dijo “I can’t breathe”.

Sin la fuerza de las protestas no se habría separado del cargo y juzgado al asesino material de Floyd y a sus cómplices, ya que es el mismo sistema judicial es el que encubre estos hechos. Dia tras dias fueron tomando fuerza las protestas callejeras y número  de personas fue en aumento; a la comunidad afroamericana se sumó la latina e incluso lxs “blancxs” indignadxs por el brutal asesinato de Floyd. Ante semejante presencia masiva en las calles,  Donald Trump autorizó a que la guardia nacional de cada estado a que interviniera  contra los manifestantes. Sin embargo, eso no amedrentó a los manifestantes que seguían sumándose día a día a las movilizaciones en los distintos puntos del país. Al día siguiente, de tomar esa medida, Trump tuvo que esconderse dentro del bunker que hay en la Casa Blanca por la fuerza de la  manifestación que se daba dentro de los límites del edificio, amenazando  cobardemente que daria intervención al Ejército.

Estados unidos, una economía gigante basada en el racismo estructural 

El repudio masivo al gobierno de Trump por el asesinato de George Floyd ha adquirido dimensiones de una revuelta popular de masas, dejando al desnudo dos cuestiones principales: El racismo estructural (de hecho, constitutivo en la economía estadounidense) y la creciente crisis económica que viene golpeando severamente a la clase trabajadora de aquel país. 

Si bien la Declaración de Independencia norteamericana de 1776  afirma que “todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, nada impidió entonces el masivo uso de mano de obra esclava principalmente al sur del país. De los doce millones de africanxs que fueron llevados a América entre el siglo XVI y el XIX, se estima que 645.000 fueron enviados a lo que hoy se conoce como Estados Unidos. Para 1860, la población esclava en los Estados Unidos había crecido hasta los cuatro millones según el censo de 1860.

Esta enorme fuerza de trabajo era explotada principalmente en los gigantescos campos de algodón de Georgia y Alabama. El algodón era para el siglo XIX lo que el petróleo era para el siglo XX: entre los productos más comercializados del mundo. 

Pero los cultivos de algodón necesitaban tierra: un campo solo podía tolerar unos pocos años seguidos antes de que su suelo se agotara. Hacia finales de siglo XVIII, la sed de nuevas tierras de cultivo fue saciada expropiando enormes extensiones de tierra a los pueblos nativos americanos, a menudo con fuerza militar. De esta manera sangrienta se obtuvieron los territorios de Georgia, Alabama, Tennessee y Florida. Estos hechos no hacen sino confirmar la historia de sangre y saqueo del capitalismo en todos los lugares del mundo.

La Guerra Civil que estalla en 1860 refleja no sólo un conflicto político sino las contradicciones entre dos modelos económicos que planteaban distintas relaciones de producción: la economía de plantación esclavista en los Estados del sur y la industrial con trabajo asalariado en el norte. 

El triunfo de la Unión dio impulso a la posterior abolición de la esclavitud de 1863. Sin embargo, esto estaba lejos de concretarse en los hechos. Si bien la población negra pasó a ser ciudadana, contra ella se aplicaron políticas de segregación explícita dejando en evidencia que el racismo continuaba (y continúa), siendo un elemento central en los mecanismos de dominación en la sociedad norteamericana.

Estados Unidos, una economía gigante basada en el saqueo a la clase obrera

Respecto a la situación económica actual, cabe recordar que ya a mediados de marzo pasado el Bank of America advirtió a sus inversores que Estados Unidos estaba entrando en una recesión a consecuencia de los efectos de la pandemia. 

«Estamos declarando oficialmente que la economía ha caído en una recesión, uniéndose al resto del mundo, y se trata de una caída profunda en la que se perderán empleos, se destruirá la riqueza y caerá la confianza«, escribió la economista Michelle Meyer del Bank of América en una nota a inversores, publicada por la cadena de televisión CNBC. 

Efectivamente, la recesión hizo que la tasa de desempleo aumentara a niveles históricos: al dia de la fecha son casi 40 millones las personas que solicitaron el subsidio por desempleo en los últimos dos meses, según las cifras publicadas semanalmente por el Departamento de Trabajo. Dicho organismo también informó que el índice de desempleo se disparó 10,3 puntos porcentuales, hasta alcanzar una tasa del 14,7%, un nivel sin precedentes desde la Gran Depresión de 1930. 

Las empresas, sin embargo, no van a perder un solo dólar: ya el 25 de marzo el gobierno aprobó, con el acuerdo de los demócratas en el Congreso, un paquete de rescate de 2,2 billones de dólares. 

De esta cifra histórica, destinada en su gran mayoría a rescatar al sector bancario, financiero, industrial, de servicios, turismo y entretenimiento, sólo una porción ínfima de ese rescate fue destinado a los millones que están perdiendo sus empleos. Originalmente, todas las personas desempleadas iban a recibir un cheque por 1.200 dólares cada uno, más otro de 500 dólares por cada hijo, por única vez. Pero este monto sólo llegó a quienes tenían un trabajo registrado, es decir que quedaron afuera millones de inmigrantes, indocumentadxs y trabajadorxs informales. 

El problema de leyes laborales a favor de los empresarios es de larga data: el Acta de las Normas del Trabajo Equitativo de 1938 regula el máximo de horas semanales de trabajo, las horas extra, el salario mínimo y el trabajo infantil, pero no se expide sobre el  pago de las vacaciones, las bajas por enfermedad y los días feriados nacionales, por lo que esto queda sujeto a la negociación entre el empleador y el empleado.

Este mismo marco legal habilita el denominado despido ‘exprés’, que puede efectivizarse de inmediato, en una hora. Las indemnizaciones por despido dependen también de la empresa. En este punto, muchas compañías incluyen cláusulas indemnizatorias, pero, al no estar regulado por ley, algunas no lo hacen. Así, si a un empleado lo echan de forma improcedente, su único recurso es acudir a un tribunal. 

Es claro entonces cómo las patronales norteamericanas maximizan su ganancia expoliando a lxs trabajadores dentro del mismo marco de la ley burguesa. 

Carrera electoral, tendencias y contratendencias

A principios de marzo, Donald Trump se encontraba en plena campaña electoral. Luego de que Joe Biden consolidara una ventaja determinante en las primarias frente a su adversario Bernie Sanders en las internas del Partido Demócrata, la crisis social y sanitaria del coronavirus y el aceleramiento de la crisis económica impactó de lleno en la carrera electoral de EEUU. 

El mal manejo de la crisis sanitaria del COVID-19, que ha dejado un tendal de más de 100.000 personas fallecidas, ha perjudicado enormemente la imagen de Trump, ocasionando la crítica de la opinión pública, del partido demócrata, incluso dentro del propio partido republicano. Sin embargo, Trump sigue contando con una base electoral firme, compuesta en parte por grupos de fanáticos evangelistas, supremacistas blancos y un sector de la población norteamericana que avala sus concepciones. 

El gesto de posar con una Biblia en la mano frente a la iglesia del St. John el pasado martes 2 de junio no fue otra cosa que una arenga a ese sector del electorado que Donald Trump se quiere asegurar. Estos grupos religiosos no son aislados, son parte de la extrema derecha norteamericana que nunca ha dejado de estar activa. Dentro de esta misma línea se inscriben los grupos que hace 15 días realizaban protestas en algunas Estados contra las medidas de aislamiento, sosteniendo que las restricciones de movimiento y comercio son una reacción exagerada al brote de coronavirus. Agregan, además, que la economía «recibirá un golpe mortal» si continúan las restricciones. En Virginia, un Estado del sur, a principios de año también hubo protestas por parte de estos sectores  en favor del derecho a usar armas. 

Por otro lado, es significativa la irrupción en la escena del movimiento “Antifa”, forma abreviada de “Antifascistas”. El movimiento no tiene una organización centralizada, se trata más bien de grupos que adscriben a ciertos principios: anticapitalismo, antirracismo y antisexismo, empleando además métodos de acción directa como forma de lucha. Su origen está en los grupos que se formaron contra los fascistas italianos en la década de 1920 y 1930. 

Estos grupos disgregados funcionan en pequeñas células que operan en distintas ciudades y campus universitarios. Si bien dicen no tener líderes y su ideología no está bien definida, es clara su oposición a los grupos neonazis y de extrema derecha. En años recientes, su presencia se ha dado a conocer en protestas contra la violencia y discriminación hacia la población negra en Estados Unidos. Si bien no han planteado una conexión directa, las acciones de la red de hacktivistas Anonymous puede inscribirse en ese marco. 

Como venimos sosteniendo en notas anteriores, previo incluso a la pandemia, estamos siendo testigos de la profundización de las medidas estatales de control, militarizando cada vez más la vida social. Estas medidas, además, contaban y cuentan con  gran consenso entre la población, por lo que no debe sorprender que  frente a la profundización de la crisis los movimientos de extrema derecha, evangélicos, xenófobos y racistas tengan nuevos aires, como es el caso de Bolsonaro en Brasil. 

Sin embargo, tampoco podemos dejar de mencionar que antes de que estallara la crisis del COVID-19 venía desarrollándose una tendencia al estallido social y de cuestionamiento al sistema expresada en las luchas de los chalecos amarillos de Francia, las revueltas de Ecuador, Chile y Haití, entre tantas otras. La existencia de estas luchas no significa en forma directa chances de triunfos revolucionarios, pero  hay un elemento a tener en cuenta para escenarios futuros: esta tendencia a la lucha hoy se articula con la experiencia subjetiva de que, ante la pandemia de COVID 19, el capitalismo no dio respuestas y dejó morir a miles. El desafío para la clase obrera, en EEUU, en cada país y en todo el mundo, es transformar esas experiencias en organización y programa, y que éstos a su vez puedan ser referencia firme de que otro mundo, sin oprimidxs ni explotadxs, no sólo es posible sino que es necesario.

 

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