Entre lxs millones de desocupadxs que ya teníamos al finalizar el gobierno de Macri y la carta blanca a despidos, suspensiones y rebajas salariales que dio el Gobierno de Fernandez las necesidades de la gente se vuelven cada vez más graves. Ni los decretos de prohibición de despidos ni de prohibición de desalojos han garantizado un solo derecho para el pueblo trabajador.

El negocio amparado por el Estado
Mientras hablan y hablan los políticos y hacen que discuten cosas de fondo, nadie dice lo que necesitamos escuchar, y es algo simple, que el pueblo trabajador no tiene que pagar una crisis que no generó.
En nuestro país (como en el mundo) el negocio inmobiliario tiene un gran peso específico. La búsqueda permanente de ganancias por parte de las empresas constructoras y la complicidad total del Estado, hace que los planes de vivienda se desarrollen muy por debajo del crecimiento poblacional. Ante esto, la toma de tierras es prácticamente la única posibilidad que tienen los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora para acceder a un simple terreno para poder construirse su vivienda propia.
En términos generales, muchas de las empresas constructoras funcionan como medio para blanquear o reinvertir dinero de otros negocios, como las sumas extraordinarias generadas por la soja. Es decir, se utiliza la construcción como forma de invertir a futuro: rige una lógica de precios altos y en dólares de viviendas que no se venderán en lo inmediato pero que, cuando lo hacen, se recupera -y con ganancias- el gasto de mantener esas mismas viviendas vacías.
El rol del Estado a favor del negocio inmobiliario se refleja en la ciudad de buenos aires que tiene unas 300.000 familias en viviendas precarias y existen aproximadamente 140.000 viviendas vacías en la misma ciudad.
Pero no solo el Estado ampara el negocio en términos de “dejar hacer” al mercado. Sino también desalojando sistemáticamente las tomas y ocupaciones de espacios vacíos. Sin ir más lejos, el ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, frente a las recientes tomas de tierras en territorio bonaerense afirmó: “quien tome tierras, irá preso”.
Las pandemia y la crisis de vivienda
El aumento de la pobreza hace aumentar los desalojos. Ante eso aparece una respuesta, que es la toma de tierras abandonadas, baldíos que juntan mugre.
La toma de tierras, con lo sufridas que son, aguantando el frío y la lluvia en precarias carpas, aguantando sin agua, sin luz, sin baños, hasta poder lograr establecer un barrio. Aguantando las amenazas de policías, punteros, narcos y “defensores de la propiedad” que atacan a lxs que ya nada tienen y no les queda otra que emprender la difícil tarea de ocupar una tierra para construir un barrio y construir la esperanza de tener un techo donde vivir, alejado de los alquileres, la usura de los dueños, punteros e inmobiliarias. Son grandes acciones de cooperación, solidaridad y lucha que dan juntos vecinxs, muchas veces acompañadxs por organizaciones sociales, movimiento piquetero, etc. que impulsan y son parte de la organización de un proceso de lucha como es el derecho a una vivienda digna.
La crisis se agudiza, los ricos cada vez más ricos, en sus barrios cerrados, retaceando el minúsculo impuesto a las grandes fortunas que recién ahora presenta el oficialismo, despidiendo, suspendiendo, rebajando sueldos, usando los recursos de la ANSES para pagar sueldos. En fin, los ricos, los patrones descargan la crisis sobre lxs trabajadorxs, usan los recursos públicos para financiar sus ganancias privadas y encima piden más y más represión.
Ocupar, resistir
Los barrios muchas veces han sido resultado de procesos de tomas de tierras abandonadas. La necesidad presiona y las familias del pueblo trabajador no pueden elegir dejarse caer en situación de calle.
Los terrenos abandonados, sin uso, son sólo eso. El “título” de propiedad es una mentira en ese caso, porque ya lo tienen abandonado, sin uso. ¿Cuál es el problema de que sea destinado a uso público, a la construcción de un barrio?
Como el Estado siempre aparece garantizando los negociados de la obra pública y de la especulación inmobiliaria, esos terrenos quedan abandonados y no se les da uso público, que es lo que corresponde. Solo el empuje de la toma hace visible el terreno y comienza la discusión.
Hasta que no se toma el terreno, nadie reclama su propiedad, pero tampoco nadie lo limpia, nadie lo usa. Es, básicamente, un terreno desperdiciado, mientras miles padecen la falta de techo.
La construcción de barrios no es simple. Las familias deberían elegir delegadxs por manzana que a su vez organicen el debate en el barrio para disponer de espacios para centros de salud y escuelas, así como plazas, además del loteo de los terrenos. La lucha por los servicios básicos como agua potable, luz, cloacas, gas es parte de la lucha que sigue a la instalación de las casas.
La lucha por la vivienda es central. Las tomas de tierras son un derecho del pueblo trabajador.