La situación en Chile tomó el carácter de revuelta popular tras las movilizaciones abiertas en octubre de 2019 contra el aumento del boleto secundario, situación que rápidamente se transformó en una lucha contra el régimen pinochetista. Recientemente, el último 4 de julio se votaron las autoridades de la nueva Asamblea Constituyente. Perspectivas de una de las luchas más importantes de la región.
Breve repaso de la situación
La prolongación en el tiempo de la lucha de masas hacen que la situación permanezca abierta por el nivel de movilización, enfrentamiento con las fuerzas represivas y por la deliberación popular. Como decía Lenin, “cuando los de abajo ya no quieren y los de arriba ya no pueden”.
El impasse abierto por la movilización y la militarización del régimen de Piñera (que es el régimen pinochetista en su continuidad “democrática”) llevó a procesos de lucha y organización masivos en Chile. Como debilidad, el movimiento obrero organizado, que desde ya de por sí es pequeño debido a las propias condiciones de explotación de la mano de obra en Chile, no se posicionó abiertamente por la revuelta y no fue posible imponer medidas de lucha radicales como huelgas generales y tomas de establecimientos contra el régimen ni contra la represión y militarización.
El complejo escenario económico golpeado por la pandemia, además, condiciona profundamente las posibilidades del régimen de dar respuesta a las exigencias del movimiento de masas, que lleva casi más de un año y medio de lucha en las calles resistiendo a la represión, y que no parece estar dispuesto a claudicar.
Un nuevo piso de lucha
En octubre de 2020, el plebiscito para abrir la discusión constitucional se votó por una mayoría cercana al 80%. A su vez, triunfó el mecanismo para que sea una convención constituyente -elegir a los integrantes de la asamblea constituyente por el voto popular- y no una convención mixta con el parlamento actual.
La falta de organismos de doble poder contundentes y masivos que pudiesen disputarle el poder a la clase capitalista chilena permitió que cuaje la salida de una Asamblea Constituyente, la que por supuesto se da dentro de los marcos de la institucionalidad del mismo régimen burgués. Sin embargo, esta puesta en cuestión de la constitución heredada de la última dictadura cívico militar no deja de ser una conquista del movimiento de masas y concretamente abrió una nueva fase de la lucha.
Ya en mayo de 2021, se llevaron entonces a cabo las elecciones para darle cuerpo a la Convención Constituyente (además de elegir varias alcaldías y gobernaciones en distintas partes del país), en las cuales la derecha y la centro izquierda recibieron un duro revés. El oficialismo no alcanzó el tercio necesario para poder comandar los debates, con apenas 39 escaños (de 155). La Concertación -que gobernó Chile en los ‘90 y 2000- logró apenas 25. El gran triunfo sin duda lo lograron los sectores independientes y de izquierda, es decir, aquellos no alineados con los partidos tradicionales, quienes lograron 30 asambleístas, muchos de los cuales han emergido de la propia revuelta social.
Este cachetazo a los partidos tradicionales se expresó también en muchos municipios, incluso en Santiago, donde salió electa una candidata del PC, partido que históricamente no ha enfrentado el régimen de la concertación sino que ha permanecido dentro de él como apuesta de recambio.
Sin embargo, el abstencionismo y ausentismo fue elevado, incluso mayor al del plebiscito por el “apruebo o rechazo”. Esto no lo señalamos desde un triunfalismo electoral, sino como indicador de la profundidad de la crisis política y de régimen que se vive en el país trasandino. Sin embargo, a su vez, en un manotazo de ahogado, la democracia burguesa logró institucionalizar parte del movimiento de lucha y varios de sus referentes, planteándose concretamente el desafío de si serán representantes del pueblo trabajador en lucha o si cederán a las maniobras de la politiquería burguesa. En este marco, habrá que ver si la Lista del Pueblo -donde se nuclean la mayoría de los sectores de izquierda e independientes- apuesta a hacer proliferar asambleas populares que sirvan de verdadero ámbito de deliberación de las masas como forma de incidir o si, por el contrario, quedan encorsetadas en el juego institucional.
Finalmente, el domingo 4 de julio comenzó a sesionar la Convención Constituyente. Durante la mañana hubo movilizaciones en las afueras del recinto que fueron duramente reprimidas, aunque el gobierno debió ceder y quitar parcialmente a las fuerzas represivas de la calle para que se pudieran retomar las sesiones. Allí, como primera medida se eligieron a quienes presidirán la Convención, siendo elegida presidenta la dirigente mapuche Elisa Loncón. Con 96 votos de los 155, Loncón se mostró sosteniendo la bandera de guerra de la nación Mapuche, toda una cachetada al régimen pinochetista.
Perspectiva
Hacemos nuestras las palabras de les compañeres de Trabajadorxs Al Poder (Chile) cuando plantean que “habrá que estar atentos a cómo se vayan desenvolviendo las relaciones entre la Lista del Pueblo y la alianza PC – Frente Amplio, entendiendo que esta última necesitará desesperadamente de absorber a la primera para recuperar algo de fuerza de cara al reagrupamiento de la centroizquierda con la derecha, y sobre todo para enfrentar las presidenciales. Esto último constituirá la “prueba de fuego” para la lista del pueblo: hacer alianzas con sectores cuestionados y partidos tradicionales como el PC – FA, o mantenerse en la supuesta pureza independiente y en la lógica populista de: hacer lo que el pueblo mande, arriesgando marginarse de los procesos electorales. En todo caso puede que exista una tercera vía, la realidad no es en “blanco y negro”, no es reforma v/s revolución: la centralidad debe estar puesta en el trabajo de base, en la proliferación de asambleas del pueblo, en su cualificación y articulación en la forma de un referente con capacidad de mover fuerza social y de hacer creíble y factible en las masas, un programa dotado de objetivos de poder, que antagonice con los objetivos democratizantes de la convención constituyente y los poderes del Estado, y que construya las condiciones de posibilidad para levantar una huelga general que nos permita derribar el régimen e instalar un gobierno de trabajadores y trabajadoras”.
Acompañando este planteo, desde el PRC decimos que es una tarea de primer orden que la continuidad del debate constituyente sea con la continuidad de la lucha callejera, desarrollando la táctica del frente único como forma de avanzar en las reivindicaciones concretas (libertad de les preses polítiques, indemnizaciones a les lesionades por la represión, juicio y castigo por delitos de lesa humanidad, abajo el Estado militar-policial, etc.).
Se hace vital mantener la presión de la movilización callejera sobre la propia asamblea constituyente, exigiendo que la misma destituya al asesino de Piñera y asuma el gobierno de Chile implementando ya mismo las demandas del pueblo para evitar una paz o tregua social que permita darle una salida institucional a la crisis, lavándole la cara al régimen del capital.
Por ello, es necesario seguir impulsando los organismos de deliberación y participación popular para que se conviertan en verdaderos mandantes a lxs asambleístas constituyentes. Y, por otro lado, sostenemos que a la par es necesario desarrollar la perspectiva de la constitución de un Frente Único Revolucionario entre las organizaciones de la izquierda revolucionaria, trotskistas, guevaristas, anarquistas y lo más destacado de la vanguardia del movimiento de masas que se plantee, no sólo la presión sobre la convención, sino además la perspectiva concreta de ser gobierno de Chile con un programa obrero y popular de transformación radical.