En las jornadas de los días 15, 16 y 17 de marzo comenzó el juicio oral contra Eva Analía “Higui” de Jesús, en la Sala C del Tribunal Oral N°7 de San Martín. La acusaban de “homicidio simple” por haberse defendido de un intento de violación grupal en 2016.

En aquel año, Higui se defendió de una violación que una horda de diez varones perpetró contra ella, “para sacarle lo lesbiana”. Ella se defendió con un cuchillo que llevaba encima -porque no era la primera vez que la hostigaban- y mató a uno de los violentos, mientras la golpeaban brutalmente hasta quedar inconsciente.
Higui pasó ocho meses presa en la Unidad N°28 de Magdalena entre 2016 y 2017, mientras esperaba ser enjuiciada, todos los varones, libres, ninguna imputación pesaba sobre ellos.

La violencia institucional no cesó allí, la investigación judicial se encargó de revictimizarla durante todo el proceso penal: la ropa rasgada y ensangrentada de Higui no fue puesta como evidencia, no se realizaron las pericias a pesar de haber quedado desfigurada por los golpes -incluso le negaron la asistencia médica- y no se puso defensa propia en la carátula de la causa. A Higui se la imputó sobre todo por lesbiana, machona, negra y pobre. Ya sabemos que la justicia es clasista y patriarcal y es por esto que la movilización cumplió un rol fundamental para su absolución.

El veredicto se conoció el jueves 17 de marzo, y durante los tres días que duró el juicio, les pibas, pibis y pibes sostuvieron una permamencia y la alentaron desde afuera del tribunal al grito de “Higui, Higui, Higui corazón acá tenes les mostris para tu liberación”.

Tras seis años de tortura judicial, llegó la absolución que fue la bandera y demanda social del movimiento feminista y el activismo LGBTIQ+, y que con la organización y la movilización logró su libertad. La absolución de Higui es fundamental para el transfeminismo, porque muestra el derecho a la autodefensa ante las violencias cotidianas de lesbianas, travestis, trans y mujeres.

¡La lucha sirve y es necesaria!