Pandemia: Vuelta a las escuelas o cómo sellar una derrota a toda la clase obrera

En lo que podría ser un ritual de todos los años, los inicios de este 2021 también tienen su arsenal de notas, comentarios y columnas mediáticas encargadas de atacar a les docentes para que  se inicie el ciclo lectivo sin conflictividad, pero sin mencionar que las escuelas no están en condiciones, que el aumento salarial quedó por debajo de la inflación y ni se habla de garantizar la conectividad; es decir, un comienzo sin paros ni luchas. En general, este lamentable folclore anti laburante hace eje en la discusión salarial en la que el gobierno nacional presiona para poner un techo y que luego los gobiernos provinciales negocien las paritarias mano a mano con los sindicatos.

Nicolas Trotta (FdT), ministro de educación nacional, Soledad Acuña (Pro), ministra de educación de la ciudad de Buenos Aires, así como los demás ministros provinciales, orquestan el retorno a la presencialidad en las escuelas en plena pandemia de Covid-19.

Este año se suma un obvio condimento a la contienda: la pandemia. Es decir, se agrega la discusión sobre si debe garantizarse la presencialidad en las aulas pese a que los números de contagios y los lentos avances en la campaña de vacunación indiquen que en marzo la situación no será muy distinta a la del año pasado. Este ataque cuenta con todo tipo de munición. Desde la oposición derechista, “libertaria” (mejor dicho, por respeto al movimiento anarquista, deberíamos decir oposición liberal a secas o “libertuda”), con Cambiemos a la cabeza, vienen azuzando la irresponsabilidad sanitaria bajo la forma de “anti-cuarentena”, escuchamos argumentos del tipo “¿las cervecerías sí y las escuelas no?”, o “saquen a los gremialistas del ministerio y abran las escuelas”; también seudo progres plantean indignades “no puede ser que importe más el fútbol que la educación” entre otras ridículas comparaciones por el estilo. Pero hay un argumento, tal vez la munición más pesada, que parece ir al hueso: “los chicos no pueden estar otro año sin clases”.

Este argumento tiene dos aristas particularmente interesantes. Por un lado, omitir el hecho de que si hubo miles que no pudieron mantener la escolaridad es a causa de la crisis sanitaria y la mala gestión gubernamental de la situación. Y a su vez la mala leche de desconocer el enorme trabajo que durante todo el ciclo lectivo 2020 realizaron les docentes de todos los niveles para mantener un acompañamiento pedagógico que intente, aún echando mano a los más variados métodos y recursos, mantener vinculades al proceso de enseñanza – aprendizaje a millones de estudiantes en todo el país. Muy convenientemente no se menciona la falta de conectividad, de recursos tecnológicos, ni que las condiciones de aprendizaje no pueden garantizarse en una enorme cantidad de hogares. Se omiten justamente porque encarar estos emergentes en toda su dimensión dejaría al desnudo los problemas que hace décadas arrastra el sistema educativo nacional. Y se deja así, en las sombras, las desigualdades que encubren y garantizan un sistema fragmentario, que tiende a reproducir las desigualdades de clase presentes en todas las demás esferas sociales, en donde hay educación para ricos y educación para pobres.

Por otro lado, es particularmente indignante como este argumento es compartido por todas las fuerzas políticas patronales, incluso la burocracia sindical docente. Pueden variar en sus explicaciones y en la propuesta para llevar adelante, pero acuerdan que se debe garantizar la presencialidad en estas condiciones. No solo ejercen una presión irresponsable sobre las condiciones de trabajo del conjunto de les trabajadores de la educación exponiéndose al contagio. Sino que, con mayor o menor grado de conciencia al respecto, buscan garantizar la derrota que sufre el conjunto de la clase obrera al tener que ir a trabajar, aún no siendo esenciales, aún sin las condiciones sanitarias adecuadas. 

Entendemos que la docencia en su gran mayoría quiere volver a las aulas, al trabajo cara a cara con les estudiantes, al proceso irremplazable de producción colectiva y apropiación del conocimiento que se da en la presencialidad, a la relación personal que se genera en el aula y las posibilidades de crear y generar pensamiento crítico que no pudo ser reemplazada por ninguna plataforma ni ningún encuentro virtual. Pero nada de esto está en discusión, y el debate se limita a las condiciones para la vuelta a la presencialidad. 

Este ataque a la docencia intenta sellar una derrota de toda la clase obrera por el hecho irrefutable de que la enorme mayoría de las patronales (o «parásitos sociales», ver acá y acá) lograron salirse con la suya: primero, acordar rebajas salariales de hasta 25% para las suspensiones, luego cobrar el ATP como ayuda económica del propio Estado para pagar salarios, más tarde salir prácticamente ilesos del debate sobre el impuesto a las grandes fortunas y, finalmente, volver a producir a toda máquina en plena pandemia. Allí la razón de ser del Estado capitalista y la burocracia sindical: salvaguardar, de la forma que sea, con los más diversos -y a veces contradictorios- discursos, las ganancias capitalistas, mantener intacto el régimen de desigualdad y explotación que implica la propiedad privada de los medios de producción. 

Este es el objetivo central dicho en los grandes medios bajo el eufemismo de “mantener en marcha la economía”. Lo demás es una consecuencia lógica que se desprende de defender este orden de cosas: obviamente si todas las personas tienen que salir a arriesgarse al contagio de Covid en el transporte público y en los lugares de trabajo, poniendo en riesgo a sus convivientes que en el caso de la juventud son quienes mayormente deberían asistir a la escuela ¿por qué no se tendrían que arriesgar también les docentes? Incluso hasta hacen parecer ridículo el debate sobre volver a las aulas dado que todos los demás rubros ya se encuentran funcionando con normalidad. Por supuesto que esto no se menciona. Y se desvía el debate montando un discurso que criminaliza a la juventud que hace fiestas clandestinas, se junta en una esquina o va a la playa sin barbijo, contraponiendo el toque de queda como la medida sanitaria por excelencia hasta que se avance con la vacunación (que por cierto para les docentes en muchos distritos no tiene fecha de inicio).

Se podría decir mucho más sobre la concepción y disponibilidad que el capitalismo hace sobre el uso del tiempo: vale la pena arriesgar la vida si es para producir ganancias para el patrón, es un pecado imperdonable arriesgarse si el tiempo se destina para actividades “improductivas” (placer, diversión, esparcimiento, etc.). 

Lo que queremos señalar acá es que hasta que no bajen significativamente los casos y se pueda garantizar una campaña de vacunación masiva, solo deberían mantenerse activos los sectores esenciales (salud, alimentación, recolección de residuos, telecomunicaciones, transporte), deben garantizarse salarios y los puestos de trabajo de los demás sectores; salario de emergencia para changarines y desempleades; distribuir masivamente herramientas tecnológicas y conectividad para todes les estudiantes que lo necesiten para garantizar la vinculación con la escuela; garantizar el derecho a las condiciones dignas de vivienda (luz, agua potable, etc.); así como la elaboración y difusión masiva de prácticas de auto cuidados sanitarios, empezando por los barrios humildes y lugares de esparcimiento al aire libre; entre otras medidas para evitar los contagios. Esto que parece utópico por cómo se desarrollaron los acontecimientos políticos y económicos durante el último año, es perfectamente realizable si se busca el dinero donde el dinero está, es decir, en las arcas de los capitalistas. Es necesario presionar desde los lugares de trabajo, desde cada escuela, con asambleas que impongan a la CTERA y las conducciones sindicales provinciales un plan de lucha para el no inicio bajo las condiciones tal como se plantean, así como para una recomposición salarial que recupere lo perdido en estos años frente a la inflación. Si tenemos alguna chance de que no sigan descargando las consecuencias de la crisis sobre les trabajadores es con lucha y organización.
A las claras ningún gobierno que defienda este sistema, aun cuando intente camuflarse con un discurso progre, dará las respuestas de fondo frente a la pandemia ni a ninguno de los desastres que el propio capitalismo genera. Solo es posible con un gobierno obrero y popular, que haga de la apropiación privada de la riqueza social una apropiación colectiva para que todes podamos vivir dignamente. Ahí está la enorme pero posible y necesaria tarea que tenemos el conjunto de les explotades por delante.

PRC, 28/01/2021.

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